UN PLAN TARDÍO

               Meditaba profundamente en la ausencia que le producían sus recuerdos. Un dolor opaco se apoderaba de su ser y lo incitaba a no permanecer quieto ante la situación que injustamente lo tenía envuelto en un dolor ajeno a su vida. Tanta falacia desmedida y fuera de control lo empujaron a un abismo, ahora no es nadie, después de haberlo sido todo. No debería quejarse ni sufrir, le pagaron con la misma moneda que él durante años utilizó para aprovecharse de los otros. Se sentía invencible, intocable; se había equivocado. Ahora es un viejo solitario que ni por compasión recibe alguna visita. Y claro, quien lo va a ir a visitar en el tugurio que ahora debe llamar hogar. Las ratas se pasean de un lugar a otro, no les importa su presencia. Cuando intenta ahuyentarlas ellas se ríen en su rostro, como si también supieran de su desgracia. Un fétido olor está impregnado en cada una de las paredes. El arrendatario advirtió a su inquilino que antes de su llegada, habían sido desalojados un grupo de drogadictos. Los rumores decían que fue por un asesinato y que algunos de los huesos podían estar ocultos en las paredes; nunca se realizó investigación alguna, el Estado no gasta recursos en los pobres.

            La idea de los huesos en las paredes alegraba en algo la vida de don Manuel, como era conocido en sus tiempos de gloria. Ahora su aspecto y su vida no envidia en lo más mínimo a la de un vagabundo. Era siniestro, lo supo desde pequeño cuando al ser rasguñado por el gato de la familia, lo mató con un golpe de martillo en su cabeza. Actuó con inteligencia al culpar del asesinato a la empleada del hogar; a quien por supuesto despidieron. Ella le advirtió que no importaba el tiempo que pasara, algún día iba a pagar con creces toda su maldad. Él reía con cualquier creencia, no se molestaba en respetarlas.

            Ahora con la vida que lleva, igual se niega a creer en las advertencias de la que alguna vez fue su empleada y que tanto lo cuidó hasta antes de verse traicionada por él. Su desdicha se debe a personas que piensan igual que él y que, por fortuna de ellos, lograron salirse con las suyas. En la vida dicen que nadie debe ser adepto a la venganza, porque al igual que todo, termina pasando factura a quien la comete. Don Manuel no se fía de los comentarios de la gente, está dispuesto a realizar todo lo que esté a su alcance para malograr la vida de los que alguna vez consideró suyos.

            En cierta ocasión leyó que es preferible que la pobreza sea sórdida y no mediocre. Estaba completamente de acuerdo con ello, así que ayudaría a su tan amada familia a escapar de la mediocridad. Con la soledad como compañera, tuvo tiempo suficiente para planear una venganza que no tenía error alguno. Todos sabían bien que era un sujeto con una inteligencia superior al promedio; es por eso que logró acumular tanto dinero. Bueno, por eso y por una completa ausencia de moral.

            El plan era sumamente sencillo de llevar a cabo. Hace un mes logró fingir su muerte, se valió de un vagabundo para hacer que todo pareciera realidad y también de un par de amigos policías que le debían unos buenos favores. Casi siente arrepentimiento al matar al pobre hombre que nada tenía que ver con sus problemas, aunque luego se convenció de que le estaba haciendo un favor. Apartarlo de una existencia tan absurda debería ser considerado un acto de buena fe. Le disgustó desfigurarle el rostro; nunca fue bueno para la sangre. Sin embargo, a veces hay que ensuciarse las manos.

            El reloj marcaba las siete de la noche, el plan iniciaría al día siguiente. Son cinco personas las que merecen su venganza: su esposa, sus dos hijas y sus yernos. Como los conoce tan bien, sabe que solo será necesario empujar a uno de ellos hacia un crimen que no cometió, luego, caerán como fichas de dominó y él podrá reaparecer en la vida de todos ellos para tomar lo que le pertenece. Cuando era pequeño, su padre le aconsejó que siempre escoja a sus enemigos. El transmitió ese consejo a su esposa e hijas, lastimosamente tomaron una mala decisión al tenerlo a él del otro lado del campo de batalla. Conocían su lado perverso, pero una persona siempre oculta mucho más, sobre todo cuando han golpeado su órgano más débil: el dinero.

            Los viejos hábitos nunca se pierden. Se acuesta a las once de la noche en punto, luego de tomar su taza de café. En su mente empieza a repasar cada movimiento que debe dar al día siguiente. No es amigo del error, pocas veces se ha equivocado. El desacierto que más dolor le causa es haber confiado en la familia, fue también el más grave, la razón de su desgracia. Los vagos sentimientos a los que siempre fue reacio lo descolocaron por completo de su eterna ambición. El bendito amor que alguna vez creyó que existía fue el más grande traicionero. Pronto toda esa rabia será desfogada; es cuestión de horas.

            A las nueve en punto de la mañana, mientras su mujer toma el desayuno como cada día, disparará contra ella a quemarropa. Es lo que merece alguien que no supo apreciar cada detalle entregado. Sí, es cierto que la engañaba constantemente o que, en ciertas ocasiones, siempre ebrio, la golpeó. Aun así, no fue justo despojarlo de su vida con ayuda de sus hijas y yernos a los que todo les entregó. Mal paga a quien mucho se le da.

            Luego del disparó, la policía llegará por una llamada anónima y toda la escena se encubrirá para inculpar a uno de sus yernos; caso cerrado. Afortunadamente la justicia es tan barata en el país que la inversión a realizar es realmente baja en comparación con la satisfacción de vaciar toda la venganza que corre por sus venas. Después de ello, viene el efecto dominó y él hará su aparición justo cuando estén a punto de perderlo todo, será su salvador y concederá el perdón a cambio de tenerlos toda una vida lamiendo sus manos.

            Sale de su tugurio a las ocho de la mañana. Camina un par de cuadras para tomar el autobús que lo acerque a la que pronto volverá a ser su casa. Una sonrisa se dibuja en su rostro. Nada lo hace tan feliz como la infelicidad de los demás. Es un ser despreciable para muchos, pero tan común que todos le brindan respeto. Vaya que el mundo se ha convertido en un lugar espantoso.

            Espera en la estación de bus y una patrulla de policía se acerca a él. Se detiene y de ella se baja una señora de avanzada edad, lo señala e indica a los policías que es él a quien deben arrestar. Grita desesperadamente, dice que están equivocados e insulta a la anciana. Encuentran el revolver que llevaba para cometer el crimen en contra de su esposa. Lo meten en la patrulla y están dispuestos a llevárselo. Antes, le pregunta a la anciana de que trata todo eso. Ella responde con calma, en sus ojos se refleja tranquilidad, se liberó de un gran peso.

-Don Manuel, es tan bueno planificando que se olvida que existe un mundo a su alrededor. Siempre hay alguien que observa; por ejemplo, cuando yo vi como mató a su gato o también como estuve lo suficientemente cerca para saber el crimen que estaba dispuesto a cometer. Se lo dije cuando aún era joven y no supo escucharme, ahora pagará con creces toda su maldad. Buena suerte.

Una vez encerrado en la patrulla y camino a la comisaría logró entender todo, la vida era simple. Lastimosamente lo aprendió demasiado tarde.

 

Texto: © Jorge Enrique Burneo Celi, 2019.

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