Primer empleo- Relatos esenciales

Empezamos la semana con «Primer empleo» un relato ‘negro chick lit’, como lo califica su propia autora, que escribe bajo el pseudónimo de Mercedes Capmany.

PRIMER EMPLEO

La primera vez que conocí la realidad exterior a mi mundo fue con mi primer empleo –mejor dicho, el segundo.  El primero ni lo cuento porque era no cualificado pero siempre lo consideré una forma de ganarme un dinerillo como cualquier estudiante-.  Me estampé con la realidad al darme cuenta de que, a pesar de ser un trabajo de mierda, era mi trabajo y no lo podía dejar aunque quisiera, porque mis padres, esos que hasta el día antes me habían dicho que era una princesa exenta de problemas banales como la falta de dinero o la necesidad, no me dejaban dejar ese trabajo, a pesar de estar rodeada de jefes y personas que eran escoria.  Tanto era así que se sentían amenazados de una pobre niña rica de 20 años, sólo porque resultaba evidente que era una niña rica.  Ellos formaban lo que con la distancia entiendo como un trío cómico y siniestro, además del todo esterotípico: por un lado teníamos al socio “listo y educado”, que va en traje y da el pego, a pesar de no tener escrúpulos. Por otro, el socio “espabilado” o, traduciendo, el clásico comercial paleto que ha ido prosperando y que se ha visto con la seguridad suficiente para emanciparse y montar un negocio con un abogado que sabe hablar, en una suerte de reparto muy simple: “Yo (el comercial) vendo, y tú (el abogado) haces números y controlas el trámite legal y administrativo”. La secretaria sería, cómo no, la mujer del comercial, esa barriobajera con restos de acné, hermana de un pocero de profesión, que me contaba historias en formato de pesadilla, como que había encontrado dedos y fetos humanos en las alcantarillas de Madrid.  Como secretaria pero socia a la vez, la barriobajera tenía todo el derecho a dar órdenes a los técnicos entre los que yo me encontraba.

Ese fue mi primer trabajo profesional, cualificado y adulto, además de mi primer contacto con una empresa familiar.  Recordarlo ahora es visualizarme como un alma virgen adulterada sin remedio por inmundicia humana que, por fortuna, decidió echarme al poco tiempo, para poder rodearse de otra bazofia de su calaña con la que sentirse a gusto y hacer bromas de suburbios. Aunque mis padres jamás me dijeron: “No puedes dejar el trabajo” con estas palabras, ni tampoco “No te dejamos dejar el trabajo”,  simplemente, se entendía que no debía hacerlo.

Quince años después sentí su presencia detrás de mí.  Le escuché y reconocí la voz.  Mantenía ese aroma inconfundible del varón dandy del “clase-baja” que se dice a sí mismo “clase-media”.  Le acompañaba su mujer la barriobajera, cuyos vulgarismos tronaron en mi cabeza una vez más, como martillazos.  Los tres esperábamos en la cola para embarcar en un avión que nos llevaría a Mallorca en Semana Santa.  Yo iba invitada al yate de mi amiga Cuca y ellos con toda seguridad irían a alguna zona de oferta tomada por los ingleses que vienen a emborracharse y tirarse por la ventana después, pensando que llegan a la piscina.

– Estos se van a cagar. -Ahora me toca a mí – pensé.

-¡Hombre!  Hola, ¿os acordáis de mí?

Perplejidad en sus rostros y celos a rabiar en el rostro acneico, tras encontrarse con una belleza que ha madurado y dejado la adolescencia para convertirse en una mujer atractiva y con clase. Me costó convencerlos para ir a tomar un café y contarnos así nuestras vidas.  Aún nos quedaba hora y media de espera después de facturar el equipaje, así que podríamos tomar todos algo en la zona VIP de Iberia.

– Pero nosotros no vamos en primera.

-¡Ningún problema porque mi novio es piloto y nos dejan pasar a la zona VIP!  ¡Vosotros seguidme!  Estás estupenda, Beatriz.  No pareces para nada de la edad que tienes.

En realidad no tengo ningún novio piloto, sino que fui azafata durante tres años inmediatamente después de que ellos me echaran, en un momento en el que no sabía qué hacer con mi vida aparte de viajar y tener experiencias emocionantes.  Conseguí el trabajo muy fácilmente por tener la altura suficiente, además de por dominar el inglés y el francés perfectamente. Y de esa manera conseguí también materializar con creces mis ansias de aventuras y de volar lejos del nido, aunque fuera a razón de ser camarera de avión una temporada, quedándome un leve trauma compensado por ir en business de por vida.

-¿Y cómo va la empresa? -¿Y seguís abiertos? -¿Y qué fue de Eva? -¿Y de tu hermano el pocero? -No será el de Seseña, ¿no? ¡Qué risa con sus aventuras de las alcantarillas! -No, yo no me he casado todavía, pero vivo con mi novio. – Vivo en la zona de siempre, cerca del Retiro, al principio de Velázquez, aunque él viaja mucho, claro, porque es piloto. -Os pido un café, ¿o quieres tú una copa, Juan Carlos? – Creo recordar que te tomabas tus whiskeys…   Yo en cambio no quería ir al bar nunca con vosotros…  Beber por la mañana como que no… ¡Qué recuerdos! -¿Y seguís siendo los mismos socios?  ¡Qué bien! -Yo ahora estoy con los negocios familiares. -Fenomenal, no me puedo quejar. -Voy a por los cafés y una ginebra para ti, Juan Carlos.  ¿O era vodka?  ¡Es broma! –Ve apuntándome tu email que te voy a mandar unos clientes muy buenos que tengo, amigos míos.

Me daba igual lo que tomaran, pero tenía que ser líquido para meterles la toxina botulínica.  No estaba muy segura de si una dosis para cada uno sería suficiente, pero sólo llevaba las tres que me había encargado Cuca a través de mi verdadero novio, propietario de una famosa industria farmacéutica, que lo iba a comercializar en marca blanca y me había dado unas muestras que usaban para los ensayos. De esas tres, una viajaba ya en la maleta para que pareciera un simple asesinato con suicidio posterior pasional en una pareja mediocre, causado posiblemente por una crisis de celos de ella tras descubrir que su marido tenía una amante, hecho fácil de descubrir a través de un correo electrónico comprometido escrito en las horas anteriores.

“Amor, ya sé que te vas a Mallorca porque no tienes más remedio a pesar de que no quieres a tu mujer, pero no lo aguanto más…  ¿Para cuándo lo de estar juntos?  ¿Cuándo se lo vas a decir?  Te quiero.”

Texto: ©Mercedes Capmany (pseudónimo).

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