LA ASESINA INVISIBLE de Nora Vázquez
Desperté dolorida y magullada con el pelo mojado y mi ropa destrozada, intenté huir de ella y siempre me alcanzaba, intenté correr desesperadamente y siempre me daba la vuelta y ahí estaba mirándome. Esta vez lo hice poniendo mar por medio, solo recuerdo que corrí hacia la orilla y me metí al agua.
No la veo, no la siento, parece que me ha perdido la pista, quizá ahora pueda comenzar mi nueva vida sin nadie persiguiéndome con un cuchillo afilado, ahora tengo libertad.
Subí por una cuesta que había en la Isla a la que me había arrastrado la marea, asomaba una casa en lo alto. Llegué a la puerta y comencé a golpearla, estuve un rato, pero nadie me abrió, no oía nada, pero salía luz de esa casa. La lluvia apareció, estaba temblando de frío y por más gritos que daba nadie se manifestaba. Conseguí romper el pequeño pestillo que mantenía la puerta cerrada y entré en la casa, era muy grande y a lo lejos vi una chimenea y frente a ella un sofá con alguien sentado mirando el fuego, parecía una mujer por la larga melena.
Saludaba y no contestaba, ni siquiera se giraba a mirarme, me acerqué a ella despacio y cuando me puse enfrente vi un esqueleto con mucho pelo, miré sus manos y en el dedo tenía el mismo anillo que llevaba yo, miré sus pendientes y eran igual a los míos, me desesperé y el horror se impuso. Fui corriendo a salir de allí, pero la puerta estaba cerrada, grité, pero ya era tarde, me había alcanzado de nuevo, me asomé a la ventana y solo veía un abismo en medio del mar. Esperé un rato, no había comida, no había agua y no podía salir, solo esperé al lado del esqueleto a que la asesina soledad que me perseguía terminara su crimen.
Texto: © Nora Vázquez, 2019.
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