ANIMALES NOCTURNOS por Mara Marley

No me observa a mí. Sospecho que le interesa más el pasajero que tengo a mi espalda. Es un añoso coreano. Lo conozco, es  pasajero habitual de la línea nocturna. Casi siempre somos los mismos en este trayecto. Pero hoy es especial, es víspera de todos los santos.

A mi derecha se sienta Marlen, la profesora de lenguas muertas en la escuela para adultos, los jueves por la tarde. Es atractiva, sus mejillas son rosadas como novicia de pueblo. Alguna vez he pensado en conversar con ella, pero siempre está ocupada, inmersa en la lectura de algún libro. Me gusta disfrutar el paisaje que me ofrece el vaivén de sus pechos tras la blusa entreabierta. Recrearme en la curvatura de sus muslos cruzados precediendo a unas huesudas rodillas. Estudio el recorrido de su pantorrilla hasta su delicado tobillo de bailarina, parece frágil. Marlen huele bien, tiene el punto justo de mordida a la altura de la ingle. Oigo bombear su sangre, podría arrancar el lóbulo de su oreja con una pasada de lengua… Es otra zorra nocturna.

Pero el que me inquieta de verdad, es Amber, el cabrón que se sienta cada noche frente a mí… No dice nada, no hace nada, apenas si emite ruido al respirar. Me observa, sin hablar. Es inquietante. ¿Cuánto pesará? No me gusta como huele… Es una criatura singular, algo más extraña que yo.

El señor Hao Pao, posee una pequeña librería, en Huertas. Es escritor. El señor Pao vende cuadernos decorados con pan de oro y semillas de tinta mollër.

El revisor parece haberle hecho una señal al cabrón de Amber, me confunde.

Marlen se ha cambiado de sitio, ahora está frente a mi, parece febril, su mirada es la de un animal asustado. El señor Pao, se ha levantado señalando un dibujo del cuaderno, algo ilegible con alas. Parece una danza improvisada, debidamente orquestada.

¿Qué tramarán estos pequeños ineptos cabrones?… Puedo oler su miedo, pero también su coraje.

El coreano porta un crucifijo, y Amber ha improvisado una cruz con los dedos… A veces me descojono con estos  humanos, siempre tan predecibles, tan influenciados por la literatura romántica. El pecho de Marlen se agita tembloroso, bombeando sangre caliente. Imagino sus pezones como entremés en la cena de mis santos.

Consejo de amigo, no esperes indulgencia de un hambriento ángel de la muerte, que no se refleja en los espejos.

La cena está servida. Fin de trayecto.

 

Relato: © Mara Marley, 2019.

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