Sin testigos

 

SIN TESTIGOS

Por Cris Mandarica

El paisaje era casi idílico: castros antiguos rodeados por una playa, acantilados desde los que se podía ver a los delfines bañados por la puesta de sol, y un mar azul oscuro con olas desafiantes que mecían un cadáver.

Desde el mirador del camping que hay en la entrada a la playa podía verse a un chico joven al lado de dos guardias civiles. Seguramente les estaría contando cómo su perro (un pequeño labrador retriever que probablemente le habrían regalado ese verano por sacar buenas notas), se le escapó asustado por el ruido del disparo.

El viento soplaba moviendo la cinta verde y blanca de la playa acordonada. Me di la vuelta entre murmullos de cotilleo, me agaché para acariciar su cabeza y luego tiré de la cuerda para dirigirlo al interior de mi furgoneta. Y ajusté bien, esta vez sí, el viejo silenciador.

Texto © Cris Mandarica  – Todos los derechos reservados

Publicación ©   Solo Novela Negra – Todos los derechos reservados

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