Concurso Homenaje a los clásicos, Un resquicio de decencia por Martín Garrido

Extracto del relato presentado por Martín Garrido para el Concurso Homenaje a los clásicos

Un resquicio de decencia

 

Sarah Prayer lucía más espléndida en vivo que en los magacines que ojeo en la antesala de mi barbero. Lo comprobé tras recuperarme de la impresión de verla entrar a mi oficina. Había concertado cita como Sarah Foster, adelantándome que quería que investigara un caso de infidelidad conyugal.

–Foster es mi apellido de casada –dijo–. Quiero pruebas de que mi marido me engaña, para darle la patada sin tener que entregarle un solo centavo. Bastante he subvencionado su vida de casado como para tener que correr también con sus gastos de divorciado.

Era una mujer directa. Actriz de éxito en los años cuarenta, al abandonar su carrera invirtió bien los ahorros. John Foster fue un galán, según dicen, pero mediocre como actor. Un fanfarrón y un viva la vida, que anduvo años a remolque de su esposa en su papel de mantenido. También era confiado. Enseguida averigüé sus muchas conquistas, y me llevó mucho menos de lo habitual saber a quién frecuentaba ahora.

–Rita Harlem –extendí una fotografía a mi clienta–. Veintidós años, camarera y candidata a actriz.

No era bella, pero poseía una hermosura provocadora. En la imagen, tomada con mi Nicca Tower 46, bajaba del Chevrolet Bel Air que la Foster acababa de regalar a su marido.

–No se molestan en tomar un taxi –profirió Sarah con cinismo.

En otra foto, John Foster rodeaba la cintura de su jovencísima amante mientras entraban a un hotel de la ciudad. En la siguiente los retraté a la salida.

–Hay más –anuncié.

Las ojeó todas, sin inmutarse. Se las empaqueté en un sobre, con mi factura, y ella lo apretó en su exiguo bolsito.

–Mi abogado las está esperando –me dijo.

Desde mi ventana la vi tomar un taxi. Partía con tal dignidad que, a la mañana siguiente, me desconcertó el noticiero radiado. Enseguida llegaron dos polizontes, enfundados en sus gabardinas. Me hicieron recoger mi sombrero, se me llevaron en volandas y me sentaron ante el capitán Sanders.

–Esperaba tu amable invitación –ironicé.

Con Sanders había patrullado antes de la guerra. Al ser repatriados nos reincorporamos al Departamento, pero yo acabé estableciéndome por mi cuenta, decepcionado de la policía. Casi podría decirse que éramos amigos.

–Da gracias a eso –me advirtió.

(Continuará)

 

©Concurso Homenaje a los Clásicos: Martín Garrido para Solo Novela Negra, 2021.

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