Concurso Homenaje a los clásicos, Todo se vuelve negro por Roberto García Martínez

Extracto del relato presentado por Roberto García Martínez para el Concurso Homenaje a los clásicos
Todo se vuelve negro
Los gritos comienzan a darme dolor de cabeza. Se introducen en ella impidiéndome pensar, ocupando el espacio destinado a las ideas. Odio hacer esto. Cojo de nuevo la manivela y la hago girar dos veces más, introduciendo el tornillo un par de centímetros en la mano del hombre que tengo atado en el sótano. La sangre se desliza por sus dedos, gotea y mancha el suelo de madera, filtrándose en busca de la tierra sobre la que he levantado mi casa. No deja de gritar.
—¿Dónde se esconde el señor Rodríguez? —pregunto mirándole a los ojos.
—Ya te he dicho que no lo sé. Por favor. Por favor —balbucea con los ojos llenos de lágrimas.
Me alejo de él y comienzo a dar vueltas a su alrededor, observándolo. El sudor recorre su cabeza rapada. Un tatuaje baja desde el cuello hasta ocultarse tras la camiseta blanca, empapada por la sangre. Le he atado brazos y piernas a una vieja silla de hierro, una que hace juego con otras tres idénticas, y con una mesa que mi mujer y yo habíamos comprado al poco de entrar en aquella casa. Siento una punzada en la boca del estómago al recordarla. Paro delante de él y me agacho hasta que nuestros ojos vuelven a encontrarse.
—No tengo nada contra ti —hablo con voz baja, tranquila—. Pero debo encontrar a tu jefe y si quieres que deje de jugar con tu cuerpo, debes decirme dónde. Esto puede acabar o prolongarse hasta que no te quede más piel que agujerear. Depende de ti.
—No sé dónde está.
—¡Maldita sea! ¿Qué pasa? ¿Le tienes miedo? ¿Qué cojones crees que voy a hacer si no me lo dices? —Cojo de nuevo la manivela sin dejar de mirarlo—. Te mataré y después buscaré a otro de sus secuaces y le haré lo mismo que a ti. Y lo haré con tantos como haga falta hasta que alguno me diga donde está. Así que ahórrame el tiempo y podrás vivir.
El hombre no me mira a mí. Tiene sus ojos clavados en mi mano y la manivela que sujeto. Hago ademán de volver a girarla.
—¡Está bien! —solloza—. Te lo diré joder. Pero no le des más vueltas a eso.
—Te escucho.
—Se esconde en unos edificios abandonados a las afueras, en la parte norte. Cerca de la antigua fábrica de hielo.
Bien. Conozco aquel lugar, abandonado desde hace años, olvidado junto con las promesas de un futuro mejor para la ciudad. Me incorporo y acerco a una de las estanterías. Están repletas de herramientas, compradas con el fin de construir muebles artesanales para mi familia. Serruchos, clavos, botes de pintura. Eran materiales destinados a erigir un futuro. Ahora, solo son trastos inútiles. Saco un bidón de gasolina, quito el tapón y comienzo a vaciar su contenido.
—¿Qué coño haces? —pregunta con sorpresa—. ¡Suéltame joder! Te he dicho lo que querías.
(Continuará)
©Concurso Homenaje a los Clásicos: Roberto García Martínez para Solo Novela Negra, 2021.
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