No es lo que cuentas por Daniel L. Hawk y J. A. Beckett
Escribir sobre la novela negra es una de esas sensaciones que pueden ser contradictorias. Se puede escribir desde la analítica razón o desde el oscuro corazón. Y creo que en este momento no tengo ninguna duda, prefiero el corazón. La novela negra pierde ese aire de frescura cuando se intenta razonar, cuando se intenta pensar. La novela negra está más cercana al sentimiento, a la oscuridad del ser o a la profundidad del alma, es una lucha constante que se celebra bajo el barro de las emociones, y yo he decidido bajar a ese barro.
Este es un reto que quiero afrontar desde la naturalidad, para aquellos y solo aquellos que tienen la novela negra como referente. No somos una editorial, no somos una revista multidisciplinar. Lo nuestro es y debe ser la novela negra en todas sus expresiones. Para todo lo demás ya hay personas, revistas y medios capaces de hacer un trabajo mejor que el nuestro.
¿Y de qué me apetecía escribir? Pues de mi relación con el cine y la escritura. Vienen a mi mente dos momentos importantes, el primero fue cuando leí El Sueño Eterno de Raymond Chandler. El segundo cuando vi El Sueño Eterno de Howard Hawks. A partir de ahí me quedé atrapado en películas como La Dalia Negra, Perdición o L. A. Confidential, me refugie en el cine negro como espejo de sensaciones.
Después de estudiar mucho la estructura, ritmo y estilo de Chandler, llegué a una conclusión que le da título al artículo. No es lo que cuentas, es como lo cuentas. Que quiero decir con esto. Pues nada más fácil, querido lector y sobre todo querido escritor, que es muy difícil ser original en nuestro género. Escribir algo que nadie haya escrito. Tener esa idea, la idea que llevo años buscando y que todavía no he podido encontrar.
Cuantas veces no hemos leído o visto en el cine el recurso en el que un personaje comienza a contar un chascarrillo, chiste o anécdota y algo te dice en tu interior, esa vocecilla cinéfila que tenemos dentro, que no vas a saber el final. Y evidentemente, un accidente, un disparo o la interrupción de un tercero te deja a medias la historia.
Pues con este recurso, a veces, puedes tener una escena espectacular, donde lo importante no fue el chiste o la anécdota, si no la tensión y sobre todo la atención del lector para conseguir que no solo se quedé enganchado en ella, sino que también la disfrute y sienta esa rabia de no poder saber cuál era su final.
Tenemos otros ejemplos donde dos personajes tienen una conversación y uno de ellos intenta que el otro le preste la mayor atención. Este recurso en la escena del restaurante en Reservoir Dogs de Tarantino, se lleva a su máximo exponente. Mientras uno intenta explicarse del porque no deja propina, otro está hablando de Madonna y el jefazo no hace más que repetir nombres de una agenda.
El mismo recurso y totalmente efectivo lo encontramos en mi novela fetiche y con la que seguramente os aburriré de tanto nombrarla. En la versión cinematográfica, la Señora Regan intenta sonsacarle al Señor Marlowe si puede encontrar a su marido desaparecido Rusty, pero Marlowe no está por darle respuestas a una de las malcriadas hijas del General Sternwood.
Todos estos ejemplos de cine y literatura me reafirman en la teoría como ya os he dicho que, no es lo que cuentas sino como lo cuentas y tanto Chandler como Tarantino hacen de la nimiedad una obra maestra, un lugar de donde uno no quisiera nunca salir.
Os dejo aquí la escena. Para un servidor, memorable. Marlowe es el detective por excelencia del género negro.
Artículo: © Daniel L. Hawk, 2019.
Director de la revista solo novela negra
Co-autor de la novela Perdición – El Asesino de la Polaroid. PGEdiciones
Redacción: © J. A. Beckett, 2019.
Redactor jefe de la revista solo novela negra
Co-autor de la novela Perdición – El Asesino de la Polaroid. PGEdiciones
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