¿Mutará la literatura negra por culpa del Coronavirus? por Osvaldo Reyes

El 12 de diciembre de 2019 pasará a la historia. Si no ubican la fecha, no se preocupen. No muchos saben que ese día fue cuando se detectó el primer caso de una neumonía viral ligada epidemiológicamente al mercado de mariscos de Huanan en la ciudad de Wuhan. Ese día empezó una cadena de eventos que, sin saberlo, cambiaría nuestro mundo de maneras que no podíamos imaginar. Como si fuera la trama de una película de suspenso o de una historia de terror, un virus empezó a diseminarse por el mundo. A diferencia de estas obras, no tuvimos al esperado héroe. Al antropólogo que, tras descubrir una tumba oculta en las profundidades del desierto y liberar una maldición, saldría al rescate de la humanidad, matando al monstruo que transmitía la plaga y haciéndose millonario en el proceso.

En el mundo real, no hay un héroe. Hay todo un ejercito de ellos, cada uno tratando de hacer lo mejor posible por el bien de los demás. Lo sé, igual que en los libros, también hay villanos y no uno solo. Hay toda una horda de ellos, tratando de aprovecharse de los demás, en este momento de particular vulnerabilidad. Para los escritores que leen estas palabras, me puedo jugar un mes de sueldo a que, por lo menos, han pensado en un personaje para su próxima novela, basado en alguno de los seres de carne y hueso que han salido a dar la cara o a esconder la mano en esta pandemia.

Sin embargo, no quiero hablar de ellos en esta ocasión. Quiero enfocarme en el futuro. En lo que pasará el día de mañana, cuando COVID-19 no sea más que un término para describir un año que preferiríamos regresar para pedir una devolución. Algo tan grande no puede pasar por nuestras vidas y no dejar marcas. En algunos, cicatrices que serán dificiles de olvidar.

Lamento decirles que la literatura negra no se escapará de las consecuencias.

            Tenemos los ejemplos más obvios. El SARS-CoV-2, nombre asignado por el Comité Internacional en Taxonomía de Virus al agente causal del COVID-19, se llevó este año a Luis Sepúlveda, una de las plumas más incisivas de las letras latinoamericanas.  Ya no tendremos más historias de Georges Washington Caucamán, primer detective mapuche de la literatura chilena, o de Juan Belmonte. Ya no visitaremos el Matto Grosso o la zona rosa de México acompañados de sus descripciones. Sus personajes, perdedores de un mundo que ya no los quiere o al cual nunca pertenecieron, ya no encontrarán voz en su pluma. Un pequeño virus nos privó de sus palabras, el mismo año que perdemos a Rubém Fonseca (Brasil) y Maj Sjöwall (Suecia), aunque por causas no ligadas al COVID-19. El 2021 será un poco menos oscuro por estas ausencias irremplazables.

            Después tenemos el impacto en la industria literaria en general. Muy pocos países mantuvieron sus librerías abiertas. Suecia, por ejemplo, se aseguró de que, por lo menos, el 90% de sus municipios las mantuvieran en funcionamiento, algunas ofreciendo servicios extendidos. La realidad mundial fue muy distinta, con muchas redes de librerías públicas cerradas por completo. Según registro de la ILFA (Federación internacional de instituciones y asociaciones de librerías, por sus siglas en inglés), 64 países o regiones mantienen sus librerías cerradas y otras 23 están en el proceso de reapertura con protecciones especiales para salvaguardar la salud de los usuarios y visitantes. El golpe a las librerías nacionales todavía fue más fuerte, con 91 países/regiones que aun las mantienen cerradas y solo seis países permitiendo la llegada de visitantes de una manera limitada. Esta nueva normalidad ha obligado a muchas librerías a plantearse soluciones drásticas y necesarias. Las reuniones presenciales han cambiado al formato virtual y las recomendaciones llegan en correos electrónicos. La opción de tele trabajo para las librerías es muy limitada. Según el informe “El libro argentino frente a la cuarentena: librerías, editoriales e imprentas y la necesidad de respuestas colectivas” de los investigadores Alejandro Dujovne y Heber Ostroviesky, muchas se han forzado a detener cualquier tipo de operación ya que sus computadoras y el depósito de libros se encuentran en la empresa, que está cerrada. De prolongarse demasiado la cuarentena, más del 50% de las librerías tendrían que dejar de pagar servicios, el 2% despediría parte de su personal y otro 2% tendría que cerrar operaciones de manera definitiva. A pesar de estos problemas, algunas se han enfrentado al reto y se han reinventado, creando, por ejemplo, sistemas de crédito donde el lector compra el libro y se lo guardan hasta que pasen las restricciones. Una forma de inversión a largo plazo y, de paso, de apoyar a la librería.

            Para los escritores que no tienen una editorial detrás de ellos, promocionándolos contra y a pesar del COVID-19, la difusión de sus últimas obras, si lograron salir antes del cierre, es mínima y si quedaron en la imprenta, tendrán que esperar. Según el reporte argentino que mencioné, el 60% de las editoriales aceptó que atrasarían su plan anual de publicaciones. Si usted es un escritor novel o tenía esperanzas de publicar su último libro a corto plazo, el COVID-19 llegó para arruinar todos sus planes bien trazados. Algunas empresas, conscientes que dependen de las librerías para promocionar a sus autores, crearon mecanismos de apoyo a través de sus páginas web. Por ejemplo, Editorial Nórdica, al comprar un libro en su portal, te permitía donar un 30% del importe a una librería. Mecanismos creados para tratar de mantener algo de estructura en un mundo caótico que no será el mismo.

            No tengo un mejor recordatorio de esta realidad que una hermosa agenda que me dieron de regalo a finales de enero, cuando el COVID-19 era una efímera amenaza en el horizonte. La agenda negra 2020 de Editorial Alrevés, que mencionaba todos los festivales de novela negra de España por mes. En ese entonces todavía tenía la esperanza de acudir al Black Mountain Bossòst, en el hermoso valle de Arán. Aunque muchos consideran los festivales una pérdida de tiempo o un evento de auto promoción entre los escritores, que conforman gran parte de la audiencia, hasta los detractores más recalcitrantes tienen que reconocer el poder de la promoción y la capacidad de los festivales de llevar obras y autores a lectores que, de no ser por ellos, no los habrían leído jamás (no por una falta de calidad, sino por las dificultades de tener acceso a estas obras en otros países o regiones). Cientos de organizaciones en todas las latitudes se vieron afectadas por el COVID-19, obligándolas a posponer sus festivales planeados por meses y dejándolas en la incertidumbre. En muchos países los eventos más grandes ligados a la literatura, las Ferias de Libros, fueron pospuestos o cancelados, como las ferias del libro de Londres, Madrid, París, Bolonia, Bogotá y Panamá, solo para citar algunas. La oportunidad que tenían muchos escritores de literatura negra de llegar a nuevos lectores, fue relegada al limbo de las posibilidades impuestas por los gobiernos de turno y la evolución de la pandemia.

            Y, para complementar este torbellino de debacles, una vez regresemos a la versión diluida de nuestra realidad post pandemia, tendremos que lidiar con todo un nuevo mercado literario: la covid-literatura. Esta forma de escritura que, según los expertos, se apoyará mucho en el ensayo, tratará de darle sentido a todo lo ocurrido, pero otros géneros no se escaparán de su influencia. Veremos muchas novelas negras ambientadas en la pandemia y no los culpo. Todo ha sido una experiencia surreal y el simple hecho de estar encerrados crea un escenario perfecto en su simplicidad. De violencia doméstica a la soledad, del desempleo al abuso de poder, aparecerán historias de estos días, unas mejores que otras. Una tendencia que podemos llamar, para ponerle un nombre, Covid Noir. Que tantas lleguen  a nuestras manos dependerá del sector editorial y de la visión que tengan del mundo PC (post COVID-19).

Como hay que mantener un balance, algunas tienen una visión diferente del futuro y pondrán sus apuestas en el otro extremo. En que los lectores buscarán evadir la realidad que nos espera, decantándose por la ficción histórica y de aventura. Algo para que los escritores que lean esta nota tomen en cuenta si están en proceso de empezar un nuevo libro.

            El genoma de la literatura negra es el crimen y todo material genético es susceptible de mutar. De transformarse en algo más. De cambiar, ya sea de manera espontánea o al exponerse a un mutágeno. Cada acto violento que vemos en las noticias al prender el televisor o al abrir un periódico, es una semilla para una futura historia. Cada desastre personal o evento desafortunado en nuestras vidas o en las de alguien conocido, es una idea para un personaje.

Y cada uno de esos detalles puede provocar cambios inesperados, de calar suficiente en la mente de los lectores. Todo se reduce a la habilidad del escritor, la susceptibilidad del receptor y al azar.

Es curioso que esta pandemia nos de tanto desde el punto de vista de elementos para hacer una historia real, tan oscura como pudimos haber deseado en nuestros sueños más salvajes, y a la vez fuera la solución para muchos de los problemas que abordamos en nuestras obras. La pobreza, la desigualdad, empeorará como resultado de las consecuencias económicas de esta pandemia, aumentando todo tipo de crímenes conocidos y, casi seguro, creando algunos nuevos. Sin embargo, durante los días más duros de la crisis, con el mundo encerrado en sus casas, los delitos cayeron a niveles nunca antes vistos. El Salvador, una de las ciudades más peligrosas del mundo, con una de las más altas tasas de homicidios, tuvo en el mes de marzo cuatro días sin un solo asesinato. Karachi, la capital de la ciudad de Sindh (Pakistán), uno de los núcleos del crimen en Asia, durante ocho días de marzo no reportó un solo carro robado. Los crímenes en Italia se redujeron un 64% durante las primeras tres semanas del mismo mes.

            Como diría Sartre, “el infierno es otras personas” y eso es algo que la literatura negra conoce de primera mano. Se necesitó de un virus para que todo el mundo lo supiera también. Así como algunos editores piensan que los ensayos sobre la realidad de los días de la pandemia serán el núcleo del mercado PC, hay que recordar que la literatura negra lleva años haciendo lo mismo. Explorando el lado oscuro de la mente humana, de las realidades sociales, de las desigualdades, de las consecuencias de todo lo anterior.

            El SARS-CoV-2 llegó para quedarse. Saldremos de la pandemia para entrar en una endemia, término usado para referirse a un proceso patológico que se mantiene de forma estacionaria en una población por periodos prolongados de tiempo. El mundo PC no será mejor, como algunos nos quieren hacer creer, ni las personas se tornarán más empáticas. Los seres humanos son como son y los momentos altruistas de meses previos desaparecerán con rapidez al golpearnos la realidad de la vida PC.

Cuando llegue ese momento, nos tocará hacer nuestro trabajo. Tomar todas estas historias y ponerlas en papel.

 

©Artículo: Osvaldo Reyes, 2020.

 

 

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