Christmas navideño

BARROSO-BENAVENTE|Madrid

Es navidad. Esas putas fechas en las que la gente juega a ser feliz, mientras yo no me olvido de ti. Grandes almacenes a rebosar de parejitas embobadas. Compras. Papel de regalo. Cenas familiares… Y mientras tanto, yo sigo aquí. Pudriéndome entre estas cuatro paredes llenas de humedades y desconchones. Hace frío. Es de noche y todo es silencio y oscuridad. Aún quedan un par de horas para que el carcelero de turno haga la ronda con los huevos de corbata y la porra bien apretada en la mano. El momento perfecto para pensar. Para imaginar que todos los te odio que he dicho rumiado, recordándote, se cumplen. Cuatro encapuchados entrando en tu casa. Metiéndote por el culo ese árbol navideño repleto de guirnaldas y lucecitas de colores. Tus mocosos acojonados, gritando. A un paso de descubrir que el saber que los reyes magos son los padres no es el mayor de los traumas que la vida les tiene deparado. Vajilla rota. Copas hechas añicos en el suelo. Sangre. Dolor. Tormento. Placer. Justicia.

Es mi manera de acordarme de ti. De cómo me la jugaste. De cómo me comí una condena que no es mía. Unos meses, un año como mucho, me dijiste antes del juicio. Te creí. Gilipollas de mí. Me la metiste doblada. Perro delator. Hijo de puta. Confié en tus palabras y en nuestra amistad. Hoy por ti, mañana por mí. Y todo para qué, para que tú mismo me acabaras dejando a los pies del verdugo. Pruebas que aparecían de la nada. Unas reales. Otras falsas, de las que en los libros de James Ellroy denominan de las de incriminar. Y mientras tanto, yo aguantando el chaparrón mediático. Convertido en un hijo de puta capaz de vender heroína en la puerta de un colegio después de poner cuchillas en el tobogán de una guardería. Tú, en cambio, el agente encargado de hacerme caer en solitario. El resto de la organización intacta. Mi pellejo cotizando al alza en las duchas de la trena y tú en una ascensión estratosférica.

Lo que tal vez no sepas es que en este puto mundo en el que nos movemos, el dinero lo es todo. Policías corruptos, chivatos de paisano, jueces achantados, patrulleras que por un par de fardos hacen la vista gorda… Todos estos engranajes se mueven con el mismo combustible: papel moneda. Y quien intenta montárselo en plan legal, no suele llegar a viejo. Unos zapatos de cemento siempre han limpiado nuestros negocios de gente impía, o llegado el caso los que han pagado el pato han sido sus seres queridos… Y no sabes la de veces que he fantaseado con romperle los dientes a tu hijo mayor de un martillazo, mientras que un 38 y una cuerda de piano te obligan a presenciar todo sin poder hacer nada para impedirlo. Puff, una jodida fantasía con la que matar el tiempo en esta celda de aislamiento, preguntándome si sonarían más como un vaso de cristal al estallar contra el suelo, o simplemente emitirían un chof sordo, como el de un cadáver rompiendo la superficie de una ciénaga con piedras en los bolsillos para que pueda hacer pie y dormir tranquilo en el fondo.

Pero mejor no adelantemos acontecimientos. Ya te he dicho que es navidad. Disfruta de las cenas familiares, los regalos y, sobre todo, de tus seres queridos. Exprime cada segundo a su lado como si fuera el último que pudieras verlos. Antes o después llegará ese momento y mirarás atrás lamentando no haber sido más cariñoso con tu mujer o no haberle comprado esa consola a tus hijos como habían pedido en su estúpida absurda carta a Papá Noel. Hazme caso. No soy futurólogo. Pero como si lo fuera. Antes o después saldré de aquí, o encontraré la manera de hacerte saber que no me olvido de ti. Sabes que no amenazo, y que las pocas que sí lo hago, suelo cumplir mi palabra. Y tú, no vas a ser una excepción…

Texto © Ignacio Barroso Benavente- Todos los derechos reservados

Publicación ©  Solo Novela Negra – Todos los derechos reservados

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