Sabotaje, de Arturo Pérez-Reverte, bajo la doble lupa
Teresa Suárez y Manu López Marañón abordan una excelente Doble lupa de ‘Sabotaje’, novela de Arturo Pérez-Reverte
SABOTAJE
BAJO LA DOBLE LUPA DE…
Teresa Suárez y Manu López Marañón
RESEÑA DE MANU
Si no he olvidado contar, Sabotaje es la vigésimo octava novela de Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951). Reportero de guerra, novelista con millones de lectores repartidos por todo el mundo, y miembro de la Real Academia Española estamos, sin duda, ante uno de esos escritores que cualquier aficionado –y no digamos un reseñador– está en obligación de conocer.
Pero cada lector tiene sus manías y, como tales, quizá no sepamos aclarar esos motivos de irracional rechazo. Me pasaba con Pérez-Reverte. A pesar de tener amigos que me lo recomendaban encarecidamente, algo en mí se mostraba poco dispuesto. Esto, por fin, ha sido subsanado con Sabotaje, tercera entrega de la saga Falcó (saga que, según palabras de su autor, queda aparcada temporalmente para ocuparse de otras tramas históricas). Debiera haber comenzado por el primer título, Falcó, pero las fechas navideñas y sus urgencias obligan a hacerlo con el tercero; ello implica no poder apreciar la evolución de su principal personaje ni abarcar enteramente las referencias a otros volúmenes, en especial a Eva, el segundo.
Cabe definir a Lorenzo Falcó como una suma de agente secreto, espía y asesino. Este hombre, que recibe órdenes del Almirante (conocido también como «el Jabalí» y jefe del SNIO, Servicio Nacional de Informaciones y Operaciones), está encuadrado en Lucero, grupo armado que exhibe engrasado músculo en el primer capítulo (prólogo al modo de los episodios de la serie Bond: vistosos aperitivos para la trama principal) secuestrando a un empresario nacionalista que financia armas a los gudaris. La mejor definición de nuestro criminal al servicio del bando franquista (estamos en 1937 y la guerra civil está en pleno apogeo) la da él mismo al agente nacional Sánchez en el capítulo 13:
«Cuando usted y sus amigos militares se sublevaron contra la República yo estaba dedicado a otros asuntos. No empecé esto. Por razones diversas me encuentro de su lado, y no protesto. Hago mi trabajo con lealtad y eficacia. Pero no me venga a tocar las narices con escrúpulos de conciencia… Si los suyos pagaron la orquesta, ahora disfrute de la música.»
Aunque después de 40 años de democracia las cosas hayan cambiado tanto como para poner a un mercenario franquista como estrella de todo un ciclo narrativo, la verdad es que el valor del señor Pérez-Reverte a la hora de elegir esta bizarra opción no debe ser escatimado. Sé que por las dos anteriores entregas el ilustre cartagenero ha sido insensatamente acusado de las impudicias cometidas por su inmoral, blasfemo y promiscuo personaje. Lectores en pañales, que a saber qué libros frecuentarán (nada me cuesta suponerlo), desconocedores de algo tan obvio como que los personajes de ficción no tienen por qué ser trasuntos de su creador. Superada la sorpresa de encontrarme con este, en teoría, antipático sujeto –mercenario, hombre de acción y mujeriego: lo que más detesto en un varón–, confieso que mi empatía hacia él ha ido en progreso. Cayéndome solo realmente mal en aquellos capítulos en los que Falcó usa su talento para las relaciones sociales –apoyado por su guapura e irresistible sonrisa– a la hora de introducirse en territorio comanche, el mérito de Pérez-Reverte creándolo termina ganándome de mano.
Dos personajes femeninos de relativa importancia (a Marlene Dietrich la besa en un club parisino, pero la cosa no va a más) se cruzan con Lorenzo Falcó en Sabotaje. El primero, Nelly Mildenheim, es una judía a la que no cuesta identificar con Peggy Guggenheim, la coleccionista y mecenas norteamericana de arte; el otro, de mayor derivación, resulta ser Edith Mayo (Eddie) fotógrafa de Life a la que identifico con Lee Miller, la fotoperiodista americana que empezó como aprendiz de Man Ray y acabó siendo su asistente, amante y musa. Siendo una obra eminentemente masculina estas chicas quedan esbozadas, sin desarrollar potencialidad. La alargada sombra de Eva Neretva, cuyo rastro se diluye tras la operación que debe contarse en Eva, ocupa un mayor espacio en la mente de Falcó: recuerdos suyos cuadran capítulos como el 6, el 16 (ese flash back en el hotel de Tánger) o el 18, otorgándole a esta fantasmal dama mayor trascendencia que a las que él conoce durante Sabotaje.
En cualquier caso, y no habiendo historia de amor, la portada del libro llama a engaño y debió haber sido sustituida por otra más ajustada a lo narrado.
Respecto a los secundarios masculinos, decir que Pérez-Reverte los delinea asimismo, y en varios casos, basándose en personajes reales. El piloto al servicio de la II República, Leo Bayard, tiene como evidente modelo, guiño al aviador faulkneriano Bayard Sartoris aparte, a André Malraux. Y tras el novelista fanfarrón y bebedor Gatewood nada cuesta descubrir al igualmente insufrible Ernest Hemingway, autor de bastantes de las peores novelas que se han escrito en Estados Unidos. La soberana paliza que endosa Falcó a semejante impresentable en los urinarios del club Mauvaises Filles (capítulo 12), aparte de funcionar como tiempo muerto, suma puntos al bueno de Lorenzo. No mucho más placentera resulta la presentación de Picasso, ya monetizado para 1937, y –al parecer– hasta unos impensables extremos: cobraba una millonada (¡toma idealismo rojo!) al gobierno republicano por pintar el Guernica para la Exposición Internacional de Artes y Técnicas que acogió París.
«Piensa en todas las formas en que un enemigo puede liquidarte, se decía con calma, recordando un viejo consejo de sus instructores. Y cuando hayas pensado en todas, descártalas y piensa en la única que no hayas pensado, porque será ésa la que intenten. La que probablemente te caiga encima.»
El Almirante envía a Falcó a París con el falso nombre de Ignacio Gazán, coleccionista de arte de origen cubano, a quien un adinerado y filántropo Hurbert Küssen, austríaco que ayuda a huir a tempranos fugitivos del régimen nazi pero que en realidad colabora con el Abwher (organización de inteligencia militar alemana), lo introduce en círculos intelectuales frecuentados por Leo Bayard, rotundo héroe francés de la República en armas. El primer objetivo de Falcó es desacreditar al aviador (a través de dosieres que incluyan fotos y documentos falsos para involucrarlo con Franco y/o con los disidentes de Moscú) y que luego los estalinistas soviéticos hagan el trabajo sucio. No contento con esto, Falcó deberá amistarse con Picasso. Para adquirir alguna obra lo visita en su estudio; el fin no es otro que atentar contra el Guernica que está pintando y evitar el presumible éxito que el mural tendría en el pabellón español de la Exposición Internacional. La llegada a París del comunista Emilio Navajas –jefe de los servicios de información de la II República en Francia– complicará la doble misión de Falcó…
Apura corregir a un académico pero señalo dos gazapos encontrados en Sabotaje. El primero, ciertamente localista, es referirse a Neguri como «barrio bilbaíno». No. Neguri se encuentra a 15 km de Bilbao y este barrio, donde tradicionalmente reside la gran burguesía vizcaína, pertenece al municipio de Guecho. El otro error, de mayor empaque y que goza de larga tradición entre escritores y aún historiadores, es referirse al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) como partido trotskista cuando en realidad su principal dirigente –Andreu Nin– había roto públicamente con Trotski en 1933 por no entender el organizador de la revolución rusa las posiciones de Nin respecto a la cuestión nacional catalana. El POUM nace en 1935 como una fusión de la Izquierda Comunista Catalana de Nin y el Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín, y trata de encontrar una vía nacional propia al margen de las estrategias internacionales del trotskismo. Ferozmente antiestalinista, de ahí quizá el prolongado desliz, llamar trotskista al POUM carece de todo sentido (Manuel Vázquez Montalbán en su libro Pasionaria y los siete enanitos –Grijalbo, 1995– cuenta esto con mayor gracia y rigor).
Novela que da lo que promete –y no es poco– Sabotaje será lo más recomendable para quienes entren a una librería estos días navideños –¡bravo por ellos!– y no pasen del obstáculo que supone hoy cualquier mesa de novedades. De entre lo ahí apilado, esta última obra de Arturo Pérez-Reverte destacará como una rosa en el vertedero. Rescátenla.
RESEÑA DE TERESA
«Lo que si sabía con certeza era que el horror de la guerra y la muerte, el sucio lado oscuro de la condición humana y sus consecuencias, que el mismo conocía bien, era algo demasiado complejo, demasiado intenso para que alguien fuese capaz de plasmarlo en un lienzo. Ni siquiera Picasso».
Ciudades como Lisboa, Tánger, Biarritz o San Sebastián. Lujosos hoteles alternados con pensiones de mala muerte. Restaurantes exclusivos. Clubes nocturnos donde, entre los vapores del alcohol, el humo que ciega los ojos y la voz profunda y sensual de la cantante de turno, una ecléctica fauna, olvidando por unas horas las hostilidades que gobiernan su existencia, se deja arrastrar por el disfrute de los sentidos..
Mujeres, no muchas, pero cuidadosamente elegidas. Bellas, elegantes, fuertes, decididas, poco sentimentales, apasionadas cuando toca, independientes, capaces de matar como los hombres (si hacerlo depende de un arma y no de las manos, claro está) pero nunca de morir como ellos («De acuerdo camarada, te vas como un tío. Eres un rojo hijo de puta, pero tienes cojones») porque, después de tantos siglos sometidas, sus motivaciones para rebelarse y luchar contra la barbarie de la guerra, y el triple papel que ésta suele adjudicarle (victima, trofeo y humillación para el bando perdedor), nada tienen que ver con el ideal masculino de lealtad, valentía y honor. En su lugar, pura, dura y pragmática supervivencia, no hay más.
Acción. En 1937, Falcó viaja a Francia para cumplir una doble misión: cargarse la reputación de un héroe republicano, comunista de pro, haciéndolo pasar por agente fascista para que sean sus propios camaradas quienes den cuenta de él, y boicotear el cuadro sobre el bombardeo de Guernica que el gobierno republicano ha encargado a Picasso para la Exposición Internacional de Artes y Técnicas de París.
Sexo relatado en términos de logística militar («intentando no tener prisa y conservar la calma, consciente de que la campaña sería larga, Falcó procuraba coordinarlo todo a satisfacción de ambas señoras, batiéndose en ambos frente con razonable solvencia»).
Este es mi resumen de la trilogía que, hasta el momento, Pérez-Reverte ha dedicado al ya célebre espía patrio.
Guapo, simpático, elegante, seductor, letal («Dijo [su jefe], como si fuese una virtud, que usted era un hombre sin afectos. Y que eso garantizaba su eficacia»), sin ideales («Hay una ley matemática en nuestro oficio –dijo Kovalenko tras un momento–. Los que tienen patriotismo, fe y valor siempre pierden al final mucho más que los que no los tienen») pero leal. Falcó, la primera, es el descubrimiento del personaje. Un héroe, asesino a sueldo, que pese a sus claroscuros, o quizá precisamente por ellos, fascina.
Eva, la segunda, es acción y romance. Ya conoces a Lorenzo, sabes de sus «gustos estilísticos, olfativos y predadores» y conoces la frialdad con la que se dedica al «noble» oficio de matar por encargo. Eva Neretva, alias Eva Rengel, la espía rusa que le amó («No creo que sea verdad que nos amemos», había dicho ella en el amanecer sombrío de Tánger (…) «Yo tampoco lo creo», respondió él. Mintiendo ambos.), saca a relucir una parte que ni siquiera él sabía que tenía y eso, además de un insoportable dolor de cabeza, por algo es adicto a las cafiaspirinas, le produce una sensación de vulnerabilidad que, por desconocida, le cabrea y confunde.
En cuanto a la última… ¿qué es Sabotaje?
Desde que nuestros caminos volvieron a cruzarse, me hallo inmersa en un estado de ánimo rayano en la melancolía y tratándose de una novela de espías, como se trata, no dejo de preguntarme si esto es lo que debo sentir, si es lo que el autor quiere que sienta.
El pasado noviembre visité en el Museo Thyssen la exposición Max Beckmann, figuras del exilio, que narra, a través de su pintura, la trayectoria de un artista a quien resultó difícil, prácticamente imposible, ser un pintor alemán en una Alemania problemática y convulsa. En 1937 algunas de sus obras más conocidas fueron incluidas en la exposición Arte degenerado, organizada por los nazis en Múnich (se incluyeron, entre otras, obras de Klee, Chagall, Kandinsky, Munch y Picasso), como ejemplo de la «corrupción moral a la que judíos y comunistas trataban de conducir al pueblo alemán».
Cuando Reverte describe el Mauvaises Filles (Chicas malas) como un local «entre bar americano, taberna francesa y cabaret» en el que «había humo, tintineo de copas y mucha animación. En un ambiente informal, smokings y vestidos de noche alternaban sin complejos con americanas de lana, jerséis y camisas sin corbata. Rumoreaban el dinero, la política la bohemia y el turismo. Pasiones lentas y adulterios rápidos», en vez de un ambiente chispeante y de jolgorio, veo lo que Beckmann retrata en el cuadro Sociedad de Paris, una refinada reunión en la que los asistentes, preocupados solo por sí mismos, sin pizca de interés por los demás, aislados incluso del espectador del cuadro, a quien tampoco miran, muestran un ambiente encorsetado que anuncia el final de los días de vino y rosas ¡París pronto dejará de ser una fiesta!
Aunque en esta tercera entrega, allá donde mires, sigue habiendo el mismo caos que en las anteriores, noto a Lorenzo más desencantado, presa, quizá, del pesimismo de la época. La demencia campa a sus anchas por el viejo continente. La contienda en España no ha terminado y Europa ya se encamina hacia su destrucción.
En Sabotaje, la guerra deja de ser el escenario para convertirse en la auténtica protagonista, de ahí la tristeza que me ha embargado durante toda su lectura.
En la escena final, fundida a negro, un hombre «alto y apuesto, inclinado el sombrero sobre la ceja derecha, el traje claro bien cortado, la corbata de seda roja sobre la camisa impecable, el rostro moreno y los ojos grises», contempla el mundo que se desmorona «con tranquila curiosidad».
¿Cuánto resistirá?…
«Resonó el trueno que todos conocemos, esa explosión aturdidora de una mezcla funesta de embrutecimiento e irritación acumulados, un trueno histórico que –digámoslo en voz baja y con respeto– estremeció los fundamentos de la Tierra, y que es para nosotros el trueno que hace saltar la montaña mágica», (Mann, 1924, p.966).
Texto: © Manu López Marañón y Teresa Suárez, 2018.
Ficha del Libro
Título: Sabotaje
Autor: Pérez-Reverte, Arturo
Editorial: Alfaguara
Año de edición: 2018
Nº páginas: 376
Sinopsis
Arturo Pérez-Reverte construye en Sabotaje una trama magistral que envuelve al lector hasta la última página, y completa con esta novela la trilogía protagonizada por Falcó, el personaje literario más fascinante de los últimos tiempos.
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