La muerte invisible- Alberto Pasamontes- Reseña

Nuestro colaborador Rafael Guerrero reseña la novela ‘La muerte invisible’, de Alberto Pasamontes

RESEÑA: La Muerte Invisible. Alberto Pasamontes

SINOPSIS

Un policía de Moscú es represaliado por el Soviet Supremo a un nuevo destino en Ucrania, concretamente a Pripyat, la localidad más próxima a la central nuclear de Chernobil. Solo dos días después de su llegada es testigo de lo que acabará siendo la mayor tragedia nuclear de la Unión Soviética, silenciada por el poder en un intento de proteger a los responsables políticos de la catástrofe.

DATOS DE LA PUBLICACIÓN:

   Editorial:      Reino de Cordelia

   Año publicación:             2015

  Autor: Alberto Pasamontes
Páginas: 192
Formato: 13 x 20 rústica con sobrecubierta
ISBN13 978-84-15973-61-4

ALBERTO PASAMONTES: BIOGRAFÍA LITERARIA (Madrid, 1970)

Estudió Filología Inglesa y desde 2009 mantiene una constante actividad literaria, con la que ha obtenido el primer premio en la IV edición del concurso de Relato Corto de Ediciones Beta y un accésit en la XIV de los Premios Artísticos y Literarios del Ministerio de Defensa. Algunos de sus cuentos han aparecido en revistas y antologías. Su primera novela, Entre la lluvia, adscrita al género negro en el que se mueve con gran comodidad, apareció en 2014. Con La muerte invisible obtuvo por unanimidad el XVIII Premio Francisco García Pavón de Narrativa.

Reseña La Muerte Invisible

Pocas veces una novela de género noir es tan negra (con tanta carga de ponzoña, sordidez y humanidad, para bien de la misma) en sentido literario y literal como esta que nos atañe firmada por Alberto Pasamontes, publicada en 2015 y ganadora por unanimidad del XVIII Premio Francisco García Pavón de Narrativa Policíaca. Merecido se lo llevó.

 Pero es que además de cumplir con ese requisito (a veces olvidado o relegado por quienes frecuentamos este cotarro de la realidad tapada) se trata de una obra tremendamente original y brillantemente escrita, con esa doble virtud consistente en cuidar la forma, mimar las palabras usándolas con acierto y precisión, al tiempo que se expone el contenido con sencillez y enjundia. Parece imposible esto pero no lo es. Como tampoco tener algo que contar y que dicho relato de las cosas torcidas añada algo a lo ya sabido o explore en rincones novedosos y como señalaba antes, originales. Destacable el texto y muy destacable el contexto: su gran baza.

 Un madero soviético que ya no cree en el férreo sistema comunista del que forma parte y al que su conciencia le ha traído más problemas que medallas. Un envenenado destino laboral alejado de la mano de Lenin en la entonces anexionada Ucrania (Pripyat se hace llamar la ciudad modelo erigida como escaparate de la modernidad eslava para disfrute de sus felices camaradas ciudadanos) para castigar su indisciplina y alejarlo del Moscú corrupto y conspirador de 1986 con un Mijaíl Gorbachov haciendo equilibrismo suicida en la cúpula del partido y de la URSS, intentando reformar el imperio rojo desde dentro a base de Perestroika, Glásnost, vodka y mucha oposición por parte del ala dura más conservadora del régimen.

 Unos discos prohibidos de Bob Dylan afanados discretamente durante el registro y detención de un disidente occidentalizado y convertidos en fetiche de culto, en válvula de escape y símbolo de algo parecido a una libertad que ha de escucharse a volumen bajo para que el vecino no te delate a la KGB o al soviet municipal o al censor de turno.

 Y finalmente la gran protagonista, con permiso de ese inspector de policía en horas bajas que narra la historia en primera persona, me refiero a la gran central nuclear de Chernóbil, orgullo de la industria patria, ejemplo de potencia e innovación, de progreso que revierte en el pueblo (pero que dirige una élite ambiciosa, arrogante, cruel e inepta: “todo para el pueblo pero sin el pueblo”).

 Con esos mimbres ciertamente podridos la mayor parte de ellos, el autor construye la crónica agónica y tóxica de un derrumbe, o por qué no decirlo, del Derrumbe, de la catástrofe más grave acaecida en suelo europeo desde el final de la II Guerra Mundial. Y por ende, de una de las ignominias también más vergonzosas de la historia que produjo la muerte a cientos de personas, la enfermedad a miles, la herencia maldita de las siguientes generaciones, el enterramiento de una ciudad y de los sueños de futuro que en ella habitaban, el descrédito definitivo de unos gobernantes ya en tela de juicio, y unos pocos años después, la caída cual castillo de naipes carcomido del Telón de acero.

 En ese reactor nuclear incandescente que explosiona y cubre de radiación medio  continente comenzó el final de aquella utopía malograda por la codicia del ser humano. Chernóbil reventó la noche del 26 de abril de 1986, recién estrenada la primavera, y bajo el caos y la atmósfera irrespirable que ese desgraciado y evitable incidente provocó, un policía solitario, desplazado, desanimado, melancólico, desafecto, ninguneado y sin esperanzas decide averiguar qué y cómo ha ocurrido semejante hecatombe, quiere saber por qué (la curiosidad como eterno combustible del gremio) y sobre todo, desea cazar a los culpables reales, no a los que la propaganda oficial señala o encubre, y vengar tristemente de esa forma a los muchos desconocidos que han sufrido las consecuencias pagándolas con jirones de piel abrasados, matas de pelo desprendidas, vísceras esputadas y una colección de tumores malignos y velozmente asesinos. Con sus vidas, ni más ni menos.

 El protagonista no se librará tampoco de esa condena a muerte sobrevenida aunque en su caso, pudiendo escapar, conociendo el percal al que se enfrenta y la traición de la que han sido víctimas elige quedarse para dignificar la placa que porta, para dar sentido a una carrera arruinada por él mismo y las malditas circunstancias, para hacer en verdad justicia. Aunque una justicia estéril.

 Ha supuesto, pues, un placer y una grata sorpresa leer del tirón este libro tan prolijamente documentado e hilado, con tanta dosis de realismo sucio como de talento imaginativo, que recomiendo encarecidamente como en otras ocasiones ya he hecho con títulos que no son ediciones de rabiosa actualidad, que ya llevan una temporada larga reposando en las estanterías de bibliotecas y librerías, cogiendo el regusto de los buenos guisos y aguardando a que los desempolven sin necesidad de mascarilla. Estos no matan.

Na zdorovie!

Texto: © Rafael Guerrero, 2018.

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