RESURRECCIÓN de Ian Rankin por Francisco Alejandro Méndez

 

Un clásico galés

La Resurrección es solamente para quien la merece

 

 

Es hermoso cuando tus ojos comienzan a leer un autor del cual no sabías de su existencia (aunque pareciera imposible en esta posmodernidad); es lindo comenzar a leer esos párrafos de ese “nuevo” policía, que comienza a apropiarse de las páginas cada vez más y llevar un caso de la manera más especial. Subrayas, vuelves a leer y tras varias sonrisas dudas si de verdad nunca lo habías leído, pues se parece o es casi igual a otros, que ya antes te habían hecho llorar y reír con sus investigaciones.

La anterior fue la sensación que tuve tras encontrarme con la primera novela que compré con el título de Resurrección y firmada en letras grandes por Ian Rankin.

Vivo en Guatemala, un país centroamericano, de los más violentos del mundo, en el que muy bien podría decir que el país en sí es una escena del crimen. La violencia es cotidiana y consuetudinaria. Por eso leer novelas policiales podría parecer un pleonasmo. Aunque, quizás, no, pues leer cómo se resuelven los casos de estos impecables detectives de la ficción, cómo se adentran en sus investigaciones, tomando decisiones descabelladas o descifrando, como en el ajedrez, posibles jugadas, nos provocan anhelar tenerlos muy cerca de nosotros y hasta podríamos considerarlos nuestros redentores.

A pesar de que se puede comprar por internet casi que cualquier libro y bla bla bla, al final de cuentas la primera novela que pude comprar de este autor, pues cruzó el charco de Europa hacia este poblado, es la número 13 de la Biblioteca Ian Rankin. Publicada por RBA, con 559 páginas, 2015, en esa editorial. La original en inglés Resurrection men, fue publicada en el 2001.

 

Clásico galés

 

Como una clásica novela policial, nos sumerge a los lectores a los diferentes intersticios de una Escocia con sus pubs, galerías, sus semáforos, calles angostas, cuarteles policiales y diversos lugares emblemáticos. Una trama que poco a poco se va tejiendo hasta lograr una urdimbre que parece tan sofisticada, pero al mismo tiempo tan sencilla, la propia Penélope podría destejerla durante las noches.

Una de las primeras sorpresas que nos da la historia es que el policía John Rebus, un escocés parco, de poca conversación, agudo y rebelde, es enviado a un centro de “recapacitación” y reciclaje. Se trata Tullallian, academia que alberga desde novatos, hasta veteranos con mañas a los que hay que domesticar. El motivo de “castigar” a John a ese sitió es que durante una reunión le lanzó una taza con té a una superior.

Tullallian, definitivamente en centro de poder a lo Foucault, es también, una especie de convergencia policial en el que también llegan otros uniformados a “cumplir” una capacitación, mientras intentan profundizar en casos sin resolver del pasado para darles la oportunidad que aprendan a trabajar en equipo.

Mientras Rebus debe asistir a ese sitio, en la comisaria hay novedades, pues ocurre un asesinato en el mundo del arte de la plástica que va a poner a trabajar a todos intensamente y a sumergirse en un mundo en el que lo marginal tiene como reflejo la alta sociedad.

A través de varios personajes, unos más oscuros que otros, informantes e investigaciones del propio Rebus, la novela, como maratonista en primera fila, va devorando cada espacio galés y un poco más allá a paso firme y rompiendo récord.

A través de sus páginas, vamos conociendo algunos policías honrados, otros no tanto, que van formando parte de la trama y que el héroe de Rankin, como buen pescador, lanza anzuelos para orillarlos a caer, definitivamente a la red de la justicia.

Uno de los personajes más enigmáticos es Siobhan, una chica joven, con unos ojos que la guían hacia convertirse en una policía de trayectoria y quien es la confidente y prácticamente la más cercana a Rebus.

Aunque hacen un buen dúo de trabajo, cada uno tiene su razón de ser, ella es apegada a los manuales, Rebus es alérgico; ella está más cerca de la praxis, Rebus está del lado de la idealización. Lo cierto es que ambos se niegan a asistir con la psicóloga de la policía, en los momentos que más les ordenan sus superiores.

 

Rock y Whisky

 

No solamente es un novelón en cuanto su arquitextura. Hay mucha música esparcida entre sus páginas, de la cual Rebus conoce muy bien y que suena mientras conversa con Siobhan, quien es una orgullosa melómana. La gira musical va desde los venerados Led Zeppelin, a quien el narrador hace alusión de la siguiente manera: “la voz de Robert Plant era como el lamento de una sirena”. También mencionan a los Stoogers, legendaria banda estadounidense surgida a finales de los 60, que navegó entre el garaje rock y el punk. Suena también There´s the Rub, Whishbone Ash, británica banda de Hard Rock y Rock progresivo y la banda escocesa noventera Arab Strap. También escuchamos melodías de Hobotak, Goldfrapp. Masive Attak, Mogwai, entre otra gama de rockeros que dan un buen soundtrack a la novela.

El whisky no puede faltar entre algunas de las páginas, el cual no solamente excita el sentido del gusto, el de la consciencia sino el del olfato detectivesco. Además, ofrece un espectacular maridaje con la música.

Insisto, es la primera novela con Rebus que devoro, pero ya comencé a hincarle el diente a otras de la saga, que aunque no puedo leerlas cronológicamente, afortunadamente ya cruzaron el charco para luego rescatarlas de la librería. Tengo en fila Cuestión de Sangre, La biblia de las tinieblas, La música del adiós, Mejor el diablo, como para seguir asegurándome de su grandeza.

 

©Reseña: Francisco Alejandro Méndez, 2022.

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