Relevo de personajes por Osvaldo Reyes

 

Relevo de personajes

El caso del pastiche

Osvaldo Reyes

 

¿Conocen la historia del libro “La solución del 7%”? Recuerdo haber visto la película una tarde y quedar fascinado con la trama. Por supuesto, busqué el libro para ver la versión original, anuente de que muchas veces la cinematografía se queda corta al momento de plasmar la trama de un buen manuscrito. Para los que no lo conocen, es un relato que cuenta cómo Moriarty realmente nunca fue el “Napoleón del Crimen” sino una simple figura del pasado de Sherlock Holmes, tergiversada por sus traumas infantiles y su adicción a la cocaína. Con la ayuda de Sigmund Freud logra recordar y salir del delirio en el que estaba sumido. En el proceso, se ve involucrado en la desaparición de uno de los pacientes del buen doctor, en una ardua persecución y en un desesperado intento por detener una guerra en Europa (por lo menos, retrasarla). Una semana típica en la vida de Sherlock Holmes.

            Traigo este recuerdo de mi pasado a colación porque mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que el libro no fue escrito por Sir Arthur Conan Doyle, sino por el norteamericano Nicholas Meyer. Si el nombre no les suena, no se preocupen. Yo tampoco lo conocía por sus habilidades literarias, pero si por su participación en el mundo del cine. Es el director de dos películas de Star Trek, incluyendo una de las más célebres de la franquicia (La ira de Khan) y de la película Vendetta (1999), con Christopher Walken.

            Analizando el caso ahora, con un poco más de años y experiencia, debo aceptar que era obvio la falta de participación de Conan Doyle en el proyecto. Meyer trató de hacernos creer esta realidad alterna, asegurando al lector que tanto “La solución final” (donde Holmes muere al enfrentarse a Moriarty) como “La aventura de la casa vacía” (cuando explica como sobrevivió el enfrentamiento con su enemigo) eran fabricaciones. Inventos escritos para justificar la ausencia del gran detective. Debí ver que no tenía lógica el argumento, desde la perspectiva del escritor. Después de todo, trató de quitarse de encima a Holmes en varias ocasiones y cuando lo mató finalmente fue gracias a Moriarty. Siendo así, era poco probable que Conan Doyle fuera a usar el argumento de que “todo fue un sueño” (a lo Dallas), solo para darle un giro inesperado a la vida de su creación.

            El libro de Meyer, que se tituló en español “Elemental, doctor Freud: solución al siete por ciento”, no es más que un pastiche. Según la RAE, un pastiche es “Una imitación o plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente”. No es una burla, es un homenaje al trabajo de un artista, extendiendo la vida útil de sus personajes hasta el infinito, de ser necesario.

            El problema radica en que, a veces, las segundas manos dedicadas a crear estas historias se toman atribuciones que, de seguro, el creador original no habría aprobado. Tomen, por ejemplo, el libro “La mano del muerto”, la continuación del conocido éxito de Alexandre Dumas “El conde de Montecristo”. En esta ocasión, el personaje buscando venganza no es otro que Benedetto, el hijo ilegítimo de Villefort, uno de los que en el libro original traicionó a Edmund Dantes, convirtiéndose en el blanco de su ira. Ahora, Benedetto, actuando como haría Dantes un año y medio antes, empieza a manipular el entorno del conde de Montecristo para hacer su vida miserable. Si piensan que esta historia no tiene sentido (después de todo, por qué Dumas destruiría a Dantes) no se equivocan. Por mucho tiempo se asumió que este libro era obra del escritor francés, cuando en realidad su autor fue el portugués Alfredo Possolo Hogan, quien trabajaba para Dumas. La pregunta obligada sería ¿Dumas vio el libro de Possolo como un tributo o como un insulto? Hay poca evidencia al respecto, pero la opinión de los expertos es que no se sintió complacido del mismo. Los que lo han leído arguyen que dista mucho de la prosa de Dumas, opinión con la que concuerdo. Lo malo es que hoy en día, si tratan de comprar un ejemplar, el nombre que saldrá en la portada será el de Alexandre Dumas. Si el propósito de Possolo fue agasajar a su maestro, el resultado fue un dulce envenenado.

            ¿Qué otros personajes han regresado al mundo de las páginas, después de la muerte de sus creadores? La escritora británica Sophie Hannah recibió el beneplácito de Agatha Christie Limited, controlado por James Prichard, el nieto de la Dama del Crimen, para escribir una nueva serie de novelas con el personaje de Hercule Poirot (Los crímenes del monograma, Ataúd cerrado, El misterio de las cuatro cartas y Los asesinatos de Kingfisher Hill). Hannah se mantuvo fiel al personaje, con todas las idiosincrasias propias del detective belga, pero dándole un corte más moderno a sus tramas. El escritor español Carlos Zanón trajo de vuelta, quince años después de la muerte de Manuel Vásquez Montalbán, al icónico Pepe Carvalho en “Problemas de identidad”. La idea fue sugerida por el conocido librero Paco Camarasa (Q.E.P.D) y aceptada por los herederos de Montalbán, quienes le cedieron la ingente labor a Zanón. Su Carvalho es más amargado, una sombra física y moral del pasado, pero conservando sus características básicas, sin los pilares que le servían de apoyo en las aventuras previas. Ausente está Charo, su novia de toda la vida, y Biscúter no es el mismo de siempre. Su amor por la comida gourmet dista mucho del presentado en los libros anteriores y aunque conserva su afición por quemar libros, uno de los sacrificados es “Asesinato en el comité central” de Manuel Vásquez Montalbán (de los favoritos del autor). Es una apuesta más arriesgada que la jugada por Hannah con Poirot. Cuando se toma la pluma y se escribe sobre un querido personaje, adorado por lectores de todo el mundo, pero creado por otra persona, ¿qué es mejor? ¿Dejarlo igual o cambiarlo a gusto de su resucitador?

            Esta maniobra no es rara en la literatura negra, donde los lectores fieles parecen ser particularmente asiduos a seguir viendo a sus detectives como seres inmortales, destinados como Sísifo a resolver caso tras caso por toda la eternidad. Robert B. Parker terminó el inconcluso “Poodle Springs” treinta años después de que Chandler falleciera (solo escribió los primeros cuatro capítulos). Los herederos de Chandler debieron estar satisfechos con el trabajo, ya que Parker escribió un libro adicional con el personaje de Marlowe. Una secuela a su reconocido “El sueño eterno”, titulado “Una oportunidad para soñar”. Curiosamente, fue el mismo Parker quien decidió no continuar con más libros, ya que, en sus propias palabras, no pasaría el “resto de sus días escribiendo los libros de otro”. A pesar de esto, los herederos se negaron a dejar a Marlowe descansar en el retiro, así que eligieron un nuevo adalid y John Banville (alias Benjamín Black) retomó el trabajo con “La rubia de los ojos negros”, regresando al espíritu de un Marlowe más a lo Chandler, pero tomándose ciertas libertades que no fueron del agrado de sus lectores. En 1999, antes de fallecer, Mario Puzo sugirió que alguien debería seguir con la saga de “El padrino”, así que en el 2002 Random House abrió un concurso para elegir a su sucesor, siendo galardonado Mike Winegardner, un profesor de escritura creativa de Florida. De su pluma salieron “El regreso del Padrino” y “La venganza del Padrino”, donde explora las vidas de Michael Corleone y Tom Hagen, el abogado de la familia, inmediatamente después del último capítulo de la obra de Puzo.

            No es justo pedirle a un escritor que satisfaga los deseos de toda una horda de lectores, fascinados con un personaje, pero con todo gran poder viene una gran responsabilidad y aceptar el reto de darle vida al personaje creado por otro escritor, de meterse en la mente de su autor y mantener la esencia del mismo, sin romper ninguno de los principios que lo hacen ser quien es, pero ayudándolo a evolucionar en el tiempo, no es una tarea fácil. Por favor, recuerden esto si tienen la suerte de ser bendecidos con un contrato editorial para continuar el trabajo de alguno de los grandes del género (pasados, presentes o futuros). Si lo hacen con el respeto y abnegación que las circunstancias exigen, el agradecimiento de miles de lectores será su recompensa.

            Si no lo hacen y se tornan imaginativos, recuerden que guerras han empezado por menos.

©Artículo: Osvaldo Reyes, 2022.

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