La cordura del idiota de Marto Pariente por Manu López Marañon

LA CORDURA DEL IDIOTA

Marto Pariente. Off Versátil (2019)

 

 

Con su segunda novela, La cordura del idiota, Marto Pariente (Madrid, 1980) está consiguiendo un importante reconocimiento. Reseñadores con buen ojo como Josevi Blender (Moon Magazine) y Antonio Parra (Solo Novela Negra), o de la trabajada intuición de una Almudena Natalías (Salamandra Negra)  y Teresa Suárez (Calibre 38) se han encargado ya de ponerla por las nubes. Al elogio crítico añadimos cómo La cordura del idiota ha ganado dos prestigiosos premios: el pasado marzo el Novelpol 2020, y, poco antes de que acabase el año, el IV Premio Cartagena Negra

Juan Marsé, maestro cardinal para quienes intentamos escribir el castellano, decía que para armar una buena novela había que partir de un tema atractivo, tener luego ganas de contarlo, y, lo más importante en estos tiempos (en los que todo parece haberse dicho –y tantas veces–): saber contarlo. El maridaje entre investigación criminal y thriller que se da en La cordura del idiota no es que temáticamente resulte novedoso: como aclara Sergio Vera en su acertado prólogo, Marto Pariente se ha incorporado a una tradición negra rural (country noir) con antecedentes notorios como el Dashiell Hammett de Cosecha roja o el Jim Thompson de 1280 almas.

Si algo reclama mi atención en el poco estimulante noir hispano –una vez al año, a veces ni eso– son las apariciones de libros bizarros, a contramano… Encontrar tréboles de cuatro hojas como Manguis y descubrir ese mundo que Paco Gómez Escribano edifica a partir de su barrio; como La maniobra de la tortuga de Benito Olmo, novela que esconde subtramas que desvelan lo más tortuoso de la psicología femenina; o a Marc Moreno y su Tiempo de ratas, donde la voz del protagonista resulta ser un torrente pocas veces hallado en este país; y el pasado año, gracias a Perdición, de Daniel L. Hawk y J.A. Beckett, dar con un thriller sin especiales asombros argumentales pero que me atrevo a calificar de perfecto, para encontrar tréboles así, digo, hay que disponer de tiempo y armarse de mucha paciencia.

A Paco, Benito, Marc, Daniel y J.A., los emparenta, desde luego, sus ganas a la hora de enfrentarse a la escritura (entre tanta abulia creativa esto no parece difícil), pero, sobre todo, si hay algo que los aglutine, es el excepcional dominio del arte narrativo (pasmosamente perfeccionado, en su caso, desde una primera o segunda obra).

Para desarrollar La cordura del idiota, al premiado Marto Pariente no le ha faltado empeño ni, desde luego, un esmero en el que descuellan intuición y sentido de la estructura. Consigue así que la obra despliegue sus alas abortando reduccionistas intentos por englobarla en la órbita de una determinada categoría. Estas cualidades suyas, innatas y cerebrales, están llevando al autor no solo a obtener elogios y premios, también –y esto es lo fundamental– a sumar un número creciente de entregados lectores.

La trama policiaca se inicia con el suicidio de Berto, alias El Triste, oficialmente el tonto de Ascuas (pueblo de 1.000 almas situado en La Campiña de Guadalajara) y dueño de unas tierras imprescindibles –que se niega a vender– para que una inmobiliaria empiece a edificar chalets. Al único policía local, Toni Trinidad, soltero de 50 años («grandote y con cara de perro pachón») lo caracteriza su saco de manías (entre ellas no soportar la visión de la sangre: varias veces se desmayará de forma inoportuna por esta fobia) y ser poco dado a la actividad. Pero que su amigo se haya colgado de un árbol en ese inicio del verano de 2018 no le resulta clara e inicia una investigación.

El itinerario psicológico de este policía bloqueado (a quien atormentan sus experiencias en un orfanato) está trazado por Pariente en su requerida complejidad. Sin embargo, las tremendas circunstancias en las que se ve envuelto mandan y Toni es el primer sorprendido tanto a la hora de desarrollar imprevistos tics de sabueso como a la de saber sobrevivir a daños físicos y varios cara a cara con la muerte.

El tráfico de drogas, con un mafioso como El Colmenero («Sosegado, taimado, seco y nervudo como chupón de olivo. Los ojos, marrones, nada especial; sin embargo, su mirada fija. Dos clavos»), que dirige y controla su negocio desde el bar del pueblo, apuntala el lado thriller de La cordura del idiota. Dueño de desguaces y chatarrerías en ambas Castillas, trafica con droga escondida en tarros de miel. No se trata de menudeos, aquí se mueven remesas grandes de cocaína que sus camellos reparten por la región. Los hombres de confianza del Colmenero son Cejónidas Trejo, Vito y Leticia (dueños de La Colmena) y Los Manolos, su guardia pretoriana, apostados a la entrada del bar.

Vega es la responsable del desguace-tapadera de Ascuas. Trabaja allí obligada porque su marido dejó sin saldar una importante deuda con el Colmenero y desapareció para no volver… El robo de una importante cantidad de cocaína por parte de Vega («Merezco ser feliz, lo merezco coño. Todo va a salir bien por una vez, sin milagros y sin putas varitas mágicas…»), mujer alcoholizada tras haber sido maltratada durante años, genera una destemplada reacción del Colmenero.

Investigación y cocaína se ensamblan por el hecho de que Toni y Vega Trinidad sean hermanos. Huérfanos desde niños, antes de ser adoptados por un matrimonio, estuvieron recogidos en un orfanato de Ciudad Real («Para Toni, los recuerdos de esta parte de su vida eran pájaros despistados estampándose contra una ventana. Recuerdos que dejaban marcas en el cristal y cadáveres que caían a plomo»). Unos episodios estos a modo de flash-back que podrían haber resultado un relleno, pero con ellos Pariente exhibe otro as: introducir tiempos muertos que oxigenen lanzadas historias que no daban tregua, y, de pasada, modelar los caracteres de ambos hermanos.

Así como los capítulos de Toni Trinidad vienen referidos en primera persona, los de su hermana Vega están en segunda persona, otra apuesta de la que sale airoso el autor. Donde tantos narradores y poetas naufragan, él luce con ella igual músculo que cuando usa la primera y la tercera.

Los matones del Colmenero; ese asesino a sueldo colombiano, Sady Pereira (otro criminal latino que se sabe la Biblia de memoria) fichado por el director de la inmobiliaria para cortar de tajo la investigación que –con pasos cada vez menos inseguros– lleva el policía local; y Rocha, inspector de policía, toda esta fratría, al alimón, se las compone para dotar a La cordura del idiota de su seña de identidad más vistosa. La violencia.

Una violencia trufada de tiroteos, pero también con agresiones corporales (Toni acaba con un dedo entablillado, la nariz fracturada y media oreja volada por un tiro), letales inyecciones, puñetazos que duelen al lector, roturas de extremidades provocadas por caídas, etcétera. En los festines de balazos a veces resulta algo difícil orientarse, pero Marto Pariente los hace desembocar en un trepidante final en el que nada queda desatado.

En 2015 Pariente publicó Una bala para Riley, cuatro años por tanto ha invertido este madrileño para acabar La cordura del idiota. Parece un plazo razonable para hilvanar tramas tan complejas. Con escritores de este fuste nos arrodillamos para rogarles que, por todos los medios, traten de mantener su reposado ritmo. De esta forma tendremos garantizada otra joya de Marto… para 2023. Pero bueno, si acaba algo antes lo leeremos: el autor de La cordura del idiota, de momento, tiene aquí carta blanca.

 

ENTREVISTA CON MARTO PARIENTE

 

 

Las líneas narrativas de La cordura del idiota, tanto la de investigación policial como el thriller sobre drogas, ofrecen al lector sensaciones de veracidad, casi de hiperrealismo narrativo. Explícame, Marto: ¿Te has basado en alguno, o algunos hechos reales, de los que hayas podido ser testigo, o que hayan podido contarte de primera mano?

Muchas gracias por tan positiva reseña y por esta entrevista, José Manuel. Siempre hay algo real, sobre todo, tras cada personaje. Quizá nada demasiado grave, pero sí dejes y maneras y comportamientos extravagantes. Respecto a los hechos, excluyendo corruptelas y las tramas urbanísticas por todos conocidas, todos los sucesos luctuosos son producto de mi imaginación.

En su prólogo, el ilustre conquense Sergio Vera incluye tu novela dentro de una excelsa nómina en la que, supongo, estarás feliz de figurar. Aparte de los imprescindibles Hammett y Thompson, cita Sergio a un escritor desconocido por mí, el tomellosero Francisco García Pavón, creador de otro policía rural. ¿Conocías la saga de Plinio antes de empezar a redactar La cordura del idiota? ¿Ha podido influir en algo durante la redacción de tu novela?

Conocía al autor y su temática, pero no he leído su obra. La tengo en debe. ¿Influencias? Thompson, Crumley, Bruen, Sallis y un par de tragos de José Luis Alvite. Cinematográficas, los Cohen, Tarantino…, en esa línea.

Resulta tranquilizador que el country noir aporte revitalización a un género que, año tras año, sigue atrapado en investigaciones de todo tipo. ¿Puedes darme otros nombres, extranjeros y nacionales, que se dediquen a cualquier rama del noir y hayan captado tu atención, primero como lector y ahora como autor?

Unos cuantos. Cormac McCarthy con sus escenarios, sus diálogos secos y sus personajes en constante movimiento. Los amigos de Eddie Collie y Mátalos suavemente de George W. Higgins, todo diálogo. Elmer Mendoza y su detective «el zurdo» Mendieta con su narración como un corrido mexicano.

La forma de reflejar la violencia en La cordura del idiota la encuentro cinematográfica: con precisas imágenes –nunca desbocadas– cuentas cualquier tipo de enfrentamiento letal y sus consecuencias. Aparte de las citadas, hay otra novela que me ha venido a la mente durante la lectura de la tuya. Me refiero a No es país para viejos de Cormac McCarthy. Pero es en el cine norteamericano donde, en lo que a violencia se refiere, veo mayor fuente de inspiración para la que abunda en tu obra. Así, en la adaptación de la citada novela de McCarthy (llevada a la pantalla por los hermanos Coen), o antes, en la década de los 90, películas como Corazón salvaje de David Lynch, Red rock west de John Dahl o The hot spot, dirigida por Dennis Hopper. ¿Hasta qué punto esta violencia cinematográfica que todo aficionado lleva –consciente o inconscientemente– en su cerebro te ha dejado poso? 

Entran sin ningún tipo de duda en mi imaginario particular. No tanto la acción en las escenas de violencia en sí,  si no la naturalidad con la que llegan. Esa transición, ese antes y ese después de cada muerte. Me impacta lo que veo, mi cerebro lo registra y lo guarda. Luego, llegan las preguntas de cómo hacerlo verosímil para el lector.

Los capítulos del orfanato resultan estremecedores y sirven para ventilar lo que acontece en Ascuas. ¿Fuiste consciente de cómo estos flash-backs pudieron haber supuesto una rémora? ¿Hilaste fino para lograr que cumplieran su labor de tiempo muerto?

El ritmo y la intensidad requieren de una pausa. En estos pasajes hui del alivio cómico y busqué la fórmula de un alivio dramático.

Conmueve el amor filial entre Toni y Vega Trinidad. ¿Este vínculo entre hermanos hubiera sido tan sólido si no hubieran tenido una niñez tan dura?

La idea principal sobre la que orbita toda la novela es precisamente esa, el amor incondicional entre hermanos. La pérdida y la infancia dura en el orfanato me ayudaron a reforzar esta idea de cara al lector. ¿Hasta dónde somos capaces de llegar por alguien a quién queremos? Esa pregunta me hice y puse a prueba a los hermanos Trinidad desde su más tierna infancia.

Para mí –y los hay para elegir– el grandísimo acierto de La cordura del idiota sería cómo está trazada la evolución de su protagonista, el policía local de Ascuas, Toni Trinidad. ¿De qué iluminación partes para insuflar vida a este ser tragicómico y rotundamente perfilado?

La idea parte de una contradicción: ¿cómo trabajar con un personaje que no quiere serlo? Es verdad que solo le importan unas cuantas personas en este mundo, su hermana Vega es una de ellas y, sin embargo, por circunstancias se ve en el ojo del huracán; primero, para ayudar a su hermana y segundo, para salvar su puesto de trabajo.

Encuentro cómico a Toni. Pero las iniciales carcajadas (provocadas por su enamoramiento hacia la recepcionista del ayuntamiento –Desi– cuando todo el pueblo sabe –menos él– que la alcaldesa es su pareja, o por su hemofobia, por no hablar de su vestuario paleto) pronto van quedando en nada ante las ramificaciones del caso que investiga este, parecía, idiota policía-detective. ¿Tuviste claro que su investigación iba a sacar a Toni Trinidad de ese letargo municipal en el que vivía?

Ascuas es un lugar en mitad de ninguna parte camino de los pantanos. Nunca ocurre nada, al menos nada grave. Toni solo quiere buscar la sombra de un buen chaparro donde tirar del freno de mano y echarse una siesta. Los puntos de giro son la muerte del Triste y la huida de Vega. Ese era mi punto de partida para poner a Toni en marcha y obligarle a sacarse las manos de los bolsillos.

Al hilo de esta evolución, ¿planificas las interacciones de tus personajes con los sucesos de las tramas al detalle o dejas un margen, más o menos amplio, para improvisar?

La verdad es que antes de comenzar la escritura, tenía un guion de 90 capítulos por donde debía discurrir la novela. De hecho, tarde más en planificarla que en escribirla. Claro que siempre hay algún bache en el camino, algún cambio de decisión sobre la marcha, personajes que reclaman (o no) otro final. Toda aventura planificada tiene sus imprevistos.

Con Vega Trinidad no se esboza ni una media sonrisa. Has creado uno de los personajes femeninos más arrastrados de la reciente literatura española. ¿Qué crees que resulta más decisivo para Vega: el afecto hacia su hermano Toni –y por quién ella haría cualquier cosa–, o sus enormes ganas de venganza hacia el Colmenero?

Vega, al igual que Toni por ella, haría cualquier cosa por su hermano. Desde cumplir pena de cárcel hasta quitarse la vida si fuera necesario. El Colmenero, en un momento dado, no es nadie para Vega, un nuevo mal en su vida. Lo importante es tomar una decisión al respecto con su hermano Toni como bien a proteger.

El resto de los personajes no se quedan atrás en cuanto a intensidad y oportunidad en sus apariciones, unas más largas que otras. ¿Puedes contar algo de tu «proceso de selección» con este elenco tan variopinto y siempre ajustado que has conseguido, donde nadie desentona, ni siquiera un poco?

Algunos personajes, o más bien su forma de actuar y su personalidad, surgen sobre la marcha. Esto ocurre por ejemplo con los Manolos. Sabía que trabajaban para el Colmenero pero hasta que no me metí en harina, no supe que uno leía haciendo que vigilaba y el otro vigilaba haciendo que leía. El arco de transformación de los personajes principales es otro cantar.

 

Solo me queda darte de nuevo las gracias por el interés y el tiempo invertido, José Manuel. Nos vemos en Ascuas.

 

©Reseña y entrevista: Manu López Marañón, 2021.

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