Henning Mankell y la triste realidad por Beckett & Hawk

Aquellos que me conocéis ya sabéis de mi poco amor por la novela negra nórdica, ese producto comercial que se ha disparado en los mercados europeos a precio de oro a ritmo del fenómeno de Stieg Larsson. Autor, que aún no sé cómo, se ha conseguido quedar en el inconsciente colectivo de toda una generación de lectores. Créanme si les digo que no es para tanto. Pero no quiero pecar de ortodoxo, ni quemar en la hoguera todo lo que rezume frío del norte. No todo es basura. Hay escritores por los que uno es capaz de perder el tiempo y dinero, en estos tiempos de crisis, por tener uno de sus libros en las manos.

Uno de esos autores es Henning Mankell, que suenen las fanfarrias que se alce el telón, uno de esos escritores intemporales que saben cómo escribir un buen libro, que saben cómo encadenar palabras sin matar al lector. Henning Mankell es un adulador de la buena literatura que ha sabido sacar brillo a la mediocridad que le envolvía para crear algo bueno entre los páramos desiertos que nos deja el frío polar.

Porque Henning Mankell se ha convertido en un clásico de la novela negra europea e internacional por méritos propios, ha recuperado para este género todo aquello que parecía olvidado para siempre. Le ha dado profundidad, emoción, análisis, introspección, contenido y esencia. Palabras que no dicen nada si no van acompañados por una buena historia, por un compromiso con su realidad y con la aparición de personajes llenos de humanidad y de almas repletas de emociones que nos acercan un poco más a la triste realidad que nos toca vivir.

Uno de sus personajes, yo diría que la marca de la casa es Kurt Wallander. Un perdedor nato, melancólico y a veces socarrón que ha tirado su vida personal por el retrete para hacer aquello que le mantiene vivo: trabajar como detective de homicidios de la policía de Ystad. Es sin duda un personaje estrella, uno de los grandes, un tipo tremendamente lleno de humanidad enfrentado a su triste realidad que nunca ha sabido gobernar. Pero es un tipo inteligente, comprometido y que saca lo mejor que tiene en cada caso que investiga. Y esos son los mejores detectives, porque cuando uno no tiene nada que ganar a veces tampoco tiene nada que perder, y es en esa dicotomía es donde nace la excelencia.

Es un ser huraño y solitario que sin duda ha sabido sacar la basura de la presunta perfección de la sociedad sueca. Y eso lo podéis leer en cualquiera de sus historias “Asesinos sin rostro”, “Los perros de Riga” o “La leona blanca”, entre otros. Por eso no os hagáis los suecos y leed a Mankell, ya sabéis queridos lectores que estáis malditos y leer de vez en cuando algo de calidad nunca viene mal al cerebro, ese órgano que se empeñan en lavar una y otra vez los distintos voceros de la novela negra.

 

©Artículo: Beckett & Hawk, 2020.

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