‘Tigres de cristal’, bajo la doble lupa
Abrimos fin de semana temático dedicado a Toni Hill y sus ‘Tigres de cristal’. Hoy recuperamos la sección ‘Bajo la doble lupa’, con sendas reseñas a cargo de Almudena Natalías y Manu López Marañón. Mañana domingo, entrevista al autor.
TIGRES DE CRISTAL
BAJO LA DOBLE LUPA DE… Almudena Natalías y Manu López Marañón
RESEÑA 1. Para Tigres de cristal, su quinta novela, Toni Hill (Barcelona, 1966) elige un tema que suele dar juego literario: cómo acontecimientos graves, vividos en la infancia, marcan la vida adulta de quienes los padecieron.
A modo de introducción nos detenemos en dos obras que definen el espacio por el que va a moverse Hill. En Mystic River de David Lehane tres niños juegan al béisbol en la calle. Un coche se detiene y dos falsos policías se llevan a uno, Dave Boyle, ante la impotencia de los otros. El niño es violado. Veinticinco años después la hija de uno de los amigos es asesinada y debido a este dramático motivo se produce un reencuentro que tendrá funestas consecuencias. En El mar de Blai Bonet, al inicio de la Guerra Civil, en aquel tiempo de revanchas en caliente, tres niños acuchillan a otro por tener un padre fascista. Veinte años después dos de aquellos pequeños asesinos se reencuentran en un sanatorio para tuberculosos: Manuel Tur, homosexual vergonzante y obsesionado con la religión, no podrá evitar que brote su pasión hacia Andreu Ramallo, algo que sólo traerá complicaciones.
En esta irregular, aunque a veces intensa y siempre ambiciosa novela que es Tigres de cristal, dos chavales de EGB, Víctor Yagüe y Juan Pedro Zamora («Juanpe» o «el Moco») se cargan, golpeándolo con una barra de hierro, a Joaquín Vázquez («el Cromañón»), un abusón cafre, de manual, que machacaba a sus compañeros de clase, sobre todo a Juanpe, su víctima predilecta. El crimen se comete en unos terrenos a los que van los yonquis para pincharse.
El punto de partida de esta historia tiene lugar en diciembre de 1978 en el barrio que se llamó Ciudad Satélite, perteneciente a Cornellà y en el Baix Llobregat. Ciudad Satélite, con una población de 40.000 almas producto de la inmigración sureña y repartida en bloques de color verde, estaba azotada por peligrosas cuadrillas de jóvenes que caían en la droga y la delincuencia. Hill retrata con mano firme este paisaje y paisanaje suburbiales, los notamos próximos: respiran. Lo ya visto en tantas películas de quinquis y series de televisión cobra vida como si nos lo contaran por vez primera, algo a lo que colabora un primoroso empleo de la primera persona.
Treinta y siete años después del crimen, Ciudad Satélite ha pasado a llamarse San Ildefonso. Víctor Yagüe, amigo del Moco y cómplice en la muerte de Joaquín, ha conseguido salir adelante: gracias a una buena boda vive a todo tren en La Coruña y construye hoteles para una importante cadena. Juanpe, tras un pasado plagado de correccionales y prisiones –él fue declarado único culpable del crimen– sobrevive gracias al «Míster», Conrado Baños, un policía nacional que lo tiene empleado en una masía que aloja a cazadores y en la que se sirven fastuosas comidas aderezadas con los mejores vinos, cocaína y prostitución de lujo. Para los capítulos desarrollados entre 2015 y 2016 opta Hill por la tercera persona, creando el conveniente distanciamiento.
Tigres de cristal consta de cinco partes con un total de cincuenta y seis capítulos, un prólogo y un epílogo. El epílogo nos ha parecido innecesario porque ofrece informaciones no sólo desconcertantes para el lector (el efecto «sorpresa final», algo que no tiene por qué ser malo), sino porque, además, terminan por embrollarlo –y esto si resulta grave–… Más aún cuando la novela había quedado ya suficientemente abrochada en el capítulo final.
El reencuentro entre Juanpe y Víctor tiene consecuencias positivas para el ex preso. Yagüe, sintiéndose culpable porque cargara con todo el peso de la condena, le ofrece trabajo en un hotel barcelonés, algo que permitiría a Juanpe abandonar ese sórdido mundo de la masía. Los capítulos de la infancia se alternan con los actuales destilando fluidez, naturalidad. Este contrapunto temporal conforma lo mejor de la novela. Hill, con sus triples saltos mortales entre pasado y presente, ilumina, de manera pausada pero implacable, las oscuras motivaciones de aquella atrocidad, sus consecuencias en esas vidas, aparentemente tan distintas –la del triunfador y la del fracasado– pero que resultan igual de atormentadas.
«Dicen que el pasado se empeña en regresar, pero no es menos verdad que nosotros se lo ponemos fácil: acudimos a su encuentro, nos zambullimos en él, intentamos comprenderlo y a la vez compensarlo, en lugar de asumir los errores y los aciertos, en lugar de dejarlo descansar en paz.»
Con este bien ejecutado procedimiento consigue el autor, por si no fuera poco, dar aliento a un personaje memorable. Nos estamos refiriendo a Juan Pedro Zamora. Juanpe es digno heredero de los Dave Boyle de Lehane y Manuel Tur de Bonet. A quienes han visto las magistrales adaptaciones cinematográficas de Mystic river y El mar, aquellos rostros, llenos de dolor y hondura, de los extraordinarios actores que encarnaban a Boyle –Tim Robbins– y a Tur –Bruno Bergonzini– se disputan, según sea el momento del libro, a la hora de configurar las facciones de nuestro Juanpe, una criatura creada con palabras, solo literaria. Sus miradas de animal acorralado, de chaval tiernamente vulnerable que las pasaba canutas tanto en el «insti» como en su casa (madre borracha y padre violento), son las que, treinta y siete años después, mantiene Juanpe en su arrasada vida, una vida plena de estigmas, destinada a lo peor.
«Eres tan normal, tan anodino, que resultas invisible. Nadie se acordaría de tu cara a menos que hablen contigo, y la verdad es que tampoco eres un tipo precisamente locuaz.» (El Míster)
Bien trazado queda Víctor Yagüe, pero, al estar sus motivaciones apegadas a mantener el estatus conseguido desde que se libró de pagar por lo que hizo, el autor no consigue de sus lectores tanta zozobra, ni que vivamos sus angustias desde una empatía similar a la empleada con las de Juanpe.
Como si no fueran bastante los embrollos en los que se ven metidos Juanpe y Víctor entre 2015 y 2016, Hill introduce una subtrama en esta parte en presente de su novela. Es la que protagoniza Alena Kiwerski, adolescente de origen polaco que se ve sometida a un cruel y continuo abuso (bullying le dicen hoy) por compañeros del instituto, ese insti al que acudían Victor, el Moco y el finado Joaquín, y que aún mantiene (como para aclarar que estamos ante un problema de cualquier época) al director de los 70, el avejentado Suárez. Alena tiene como único valedor a Iago, cuya madre es Miriam Vázquez (hermana del Cromañón, hoy una atractiva cuarentona que acaba seducida por Víctor). El envío de wasaps amenazantes y fotos lascivas deriva en algo más serio que lleva a Alena al hospital. Esta trama quizá resulte funcional para el andamiaje narrativo, pero queda bastante por debajo del resto de Tigres de cristal. Una novela que, a pesar de sus picos de interés, resulta recomendable.
RESEÑA 2. En Tigres de Cristal, Toni Hill desarrolla la vida de tres generaciones en un barrio periférico de Cornellà, la Ciudad Satélite.
Juan Pedro Zamora y Víctor Yagüe son grandes amigos. Después de un suceso que marcará sus vidas se encuentran cuarenta años después para darse cuenta de que la amistad que les unió ha cambiado.
Juanpe «el Moco» es la víctima perfecta para Joaquín Vazquez, el matón del colegio. Soporta sin ayuda de nadie humillaciones diarias, hasta que Víctor se hace amigo suyo. Las amistades de la infancia son las más fuertes porque están basadas en la lealtad, una lealtad que no está todavía contaminada por el egoísmo, y los dos van a plantar cara al «Cromañón». Pero el asesinato de este les separa y son necesarios cuarenta años para que vuelvan a reunirse.
«Recordar los detalles de ese momento en que ambos fueron Tigres ignorando que la vida se les rompería en pedazos.»
Miriam es la hermana del Cromañón y ha crecido casi ajena al asesinato de su hermano. Ahora vive con su padre y con su hijo Iago. Al darse cuenta de que su abuelo está olvidando el pasado y al ver que Miriam no sabe nada de la tragedia que cambió a su familia, Iago se encarga de investigar cómo murió su tío.
El asesinato de un niño de 15 años a manos de dos niños de 13 es un hecho terrible que no sólo va a marcará la vida de los dos asesinos. Los padres y hermanos de los tres ven como su vida cambia en cuestión de horas. La víctima es un maltratador, pero es un niño. El lector no sabe bien con quien empatizar ya que en realidad las víctimas son tres. Los niños maltratados se convierten en maltratadores y el acosador se convierte en víctima.
Tigres de Cristal también muestra el acoso escolar en la actualidad. Los medios han cambiado, ahora los maltratadores cuentan con una herramienta poderosa para acosar: las redes sociales, pero la esencia es la misma. Jóvenes que quedan paralizados ante la burla y los golpes de sus compañeros y que esperan que los acosadores pronto encuentren otra víctima que haga que se olviden de ellos y jóvenes que lo observan todo sin hacer nada por remediarlo.
Toni Hill nos cuenta también cómo era la sociedad de los años 70. Cómo gente de Extremadura y de Andalucía emigran a las ciudades industriales y son amontonados en barrios marginales donde sólo hay bloques de cemento y donde son vistos por la población autóctona como mano de obra barata que les complicará la vida. Esto tampoco ha cambiado en la actualidad, la única diferencia es que los emigrantes ahora llegan de los países del Este o de Sudamérica, pero la esencia es también la misma.
Con la historia de los chavales se dibujan también los cambios sociales que trajo el fin de la dictadura. Las reivindicaciones laborales y las huelgas lograron unir a los obreros que paraban las fábricas si había algún despido.
“Catalanes e inmigrantes descubrieron que tenían una lucha común y un enemigo a batir: la patronal y el sindicato vertical.”
En la actualidad los trabajadores ya no se inmutan si en su empresa hay despidos siempre que no les toque a ellos y los sindicatos se han convertido en aparatos que convencen al obrero de que lo importante es conseguir «lo menos malo». Miriam es un personaje que representa perfectamente la actualidad laboral. Ha abierto una peluquería a la que cada vez va menos gente y tiene que luchar, completamente sola, contra la competencia que la rodea.
Hay tres líneas argumentales en Tigres de Cristal. En tercera persona se narra la vida de los tres niños y la vida del barrio en los años de la transición, aunque la novela parte del presente de los protagonistas. Los problemas de los 70 se repiten en el 2015. Al mismo tiempo, otro de los personajes, nos cuenta en primera persona y en presente, cómo él fue testigo de los años que rodearon al asesinato. Esta narración será la que permita a Juanpe, a Víctor y a Miriam, la hermana del Cromañón, encontrar las piezas que les faltan.
Tigres de cristal es, pues, una novela negra, o quizás es un thriller psicológico, pero es también una novela social que refleja los últimos cuarenta años de la sociedad española. Cómo el acoso escolar se ha convertido en bullying, cómo los «charnegos» se han convertido en emigrantes de otros continentes y cómo, en cualquier época, el pasado tiene largas sombras. En definitiva, independientemente de dónde se encuadre la última novela de Toni Hill, no deberíais dejarla pasar.
Por cierto, os dejo el enlace de la playlist que ha hecho Toni Hill en Spotify para que escuchéis al leer Tigres de Cristal:
https://open.spotify.com/user/tonihillg/playlist/1xjtnwyig4Xq9KVlMXqKSD?si=BaY4Y3mGTvGi8wnyEO0CTg
Texto: © Almudena Natalías y Manu López Marañón, 2018.
Ficha técnica del libro
Título: Tigres de cristal
Autor: Toni Hill Gumbao
ISBN: 978-84-253-5648-3
Editorial: Grijalbo
Año de edición: 2018
Nº páginas: 479
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