PIEL QUEMADA de Laura Lippman por Teresa Suárez

Piel quemada de Laura Lippman

 

Sinopsis:

«Polly y Adam se conocen en un bar de Belleville, una pequeña población de Delaware. Ella viaja hacia el oeste y él dice estar de paso. Aun así, ella se queda y él también, atraído por esa pelirroja misteriosa cuyo cuerpo voluptuoso contrasta con su actitud glacial. Un potente impulso carnal imanta a los dos protagonistas y dura un verano más intenso que cualquier presente, porque quizá sea el último. En Belleville, donde tantas mujeres han intentado embarcarse para escapar de la estrechez doméstica, una heroína decide tomar las riendas de su propio destino».

La barra de un bar de mala muerte, unos hombros quemados por el sol, el destello bermejo de una hermosa melena y unos ojos azules que miran de soslayo. La banda sonora del encuentro («¿Qué hace una chica como tú, en un sitio como éste? ¿Qué clase de aventura has venido a buscar?») corre a cargo de Burning. ¿Acaso se les ocurre alguien mejor que esa banda de rock madrileña para acompañar una novela que lleva por título Piel quemada y que, a su vez, se divide en dos partes tituladas Humo y Fuego? A mí no (guiño, guiño).

En Beleville (dos mil almas), un pueblecito miserable del estado de Delaware, donde nadie en su sano juicio se detendría, ni Polly Costello ni Adam Bosk, jóvenes, guapos y sobradamente preparados, pasan desapercibidos. El High-Ho, restaurante de segunda, para conocerse, una habitación barata de motel para encontrarse y un largo y cálido verano para perderse…

Piel quemada es mi primera novela de Laura Lippman, escritora a la que la mismísima Gilliam Flynn describe como «una novelista brillante, una cronista inquebrantable de la vida actual de Estados Unidos».

Tras leerla, me pregunto a que se refieren algunos críticos y escritores que, con un entusiasmo contagioso, defienden que Laura Lippman ha actualizado los rasgos de la novela negra o que ha ensanchado sus límites.

¿Qué por qué me lo pregunto? Porque si hay algo que Laura Lippman ha conseguido con su Piel quemada, es teletransportarme a ese mundo retratado por los pioneros Raymond Chandler y Dashiel Hammett (a quienes siguieron otros muchos después), con sus códigos de conducta y su fatalismo, cuyas obras sirvieron de inspiración para las películas más representativas del cine negro americano.

Piel quemada sigue la estela de aquellas novelas que, con una nueva forma de narrar los crímenes, la imagen dual del policía o detective de turno y, en ocasiones, un criminal tan atractivo (como Tom Ripley, ese “encantador” estafador que suplanta a las personas que asesina, nacido de la pluma de la maravillosa Patricia Highsmith) que resulta difícil condenarlo por sus actos, calaron profundamente entre los lectores de todo el mundo.

Historias en las que los personajes (mujeres maltratadas, policías cínicos y desencantados, ricachones amigos de salirse con la suya), además de por la pasta, porque siempre hay pasta de por medio («enséñame la cartera de un hombre y te enseñaré su alma»), tienen sus motivos para hacer lo que hacen, y al lector, tras conocerlos, no suele resultarle fácil tomar partido por uno u otro. Las líneas entre el bien y el mal se difuminan a cada paso.

Piel quemada es eso: una novela clásica al uso. Una obra en blanco y negro con dos únicos e importantes toques de color que marcan la vida de Polly Costello: el amarillo del traje de baño de dos piezas («escandaloso para la época y una mala elección para una chica que tenía algo de sobrepeso y que, más que ponerse morena, se quemaba»), que estrenó al cumplir los quince y que puso en su vida al entonces tímido Burton Ditmars (le llevaba cinco años a Polly), su primer marido, quien, con el tiempo, se transformó en un violento poli corrupto, y el rojo de su seductora cabellera que, como símbolo de la preciada, y muy peleada, libertad, no solo recuperó («el imbécil de Ditmars la obligaba a teñirse de rubio») sino que lo acentuó al librarse de él («se cree que él [Adam Bosk] no sabe que usa tintura de henna para dar más intensidad al color rojo natural, pero él lo sabe, por supuesto: lo sabe todo de ella»).

Entre esos dos momentos pasaron días, meses, años, en los que Polly tuvo tiempo para desarrollar una de sus mayores habilidades, casi virtud: la capacidad de saber esperar.

La atractiva, misteriosa y reservada Polly Costello, a quien muchos buscan, trajo a mi memoria a otras famosas féminas que siguen contoneándose por las páginas de las novelas clásicas del género y a las que Piel quemada homenajea sin rubor.

Especialmente las mujeres fatales del señor James Mallahan Cain (que se inspira en sus novelas, y en las de Anne Tyler, lo reconoce la propia autora en los agradecimientos de Piel quemada). La Cora Papadakis de El cartero siempre llamada dos veces (magistralmente interpretada por la sensual Lana Turner en la película del mismo título dirigida por Tay Garnett en 1946), Mildred Pierce (llevada al cine por Michael Curtiz en 1945 y protagonizada por la pasional Joan Crawford) o la Phyllis Dietrichson de Pacto de sangre (cuya adaptación cinematográfica, bajo el título de Perdición, dirigida por Billy Wilder en 1944, protagonizó la fría Bárbara Stanwyck).

Pero si hay una novela a la que me ha recordado, especialmente, Piel quemada es El último beso de James Crumley. Eso sí, a la novela de Lippman le faltan los ingeniosos diálogos que abundan en la de Crumley (el humor no es una de las características de Piel quemada).

 Asesinatos aparte, que los hay, en Piel quemada la intriga es el principal ingrediente y la desconfianza el condimento secreto de la salsa. Para que sus secretos (todos los tienen) sigan siéndolo, los personajes van tejiendo una intrincada red de mentiras que, lejos de unirlos, acentúan la brecha que los separa.

La mayor parte del tiempo, la autora consigue que la tensión narrativa no decaiga. El ritmo de la novela es constante, el estilo ligero y las sorpresas suficientes para mantener el interés del lector por el desenlace.

Piel quemada es una ficción entretenida que hará las delicias de los amantes del noir de siempre.

¿Su mejor baza? Un final imprevisto que, finalizada la novela, les hará preguntarse si las cosas sucedieron como parece.

¡Bien por Laura!

 

©Reseña: Teresa Suárez, 2021.

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