LOS ANIMALES DE CIUDAD NO LLORAN de Graziella Moreno por Anna Miralles y Manu López

 

LOS ANIMALES DE CIUDAD NO LLORAN

 BAJO LA DOBLE LUPA DE…

Anna Miralles y Manu López Marañón

 

RESEÑA DE ANNA

 

Los animales de ciudad no lloran, la última novela de Graziella Moreno (Barcelona, 1965) describe con gran acierto los entresijos del sistema judicial en nuestro país. El hecho de que Graziella Moreno, además de escritora, sea jueza es una baza que juega a favor del lector puesto que nadie mejor que ella para explicarnos las interioridades de un mundo que puede resultarnos, a los profanos, bastante complicado. La autora desarrolla una trama judicial con absoluto rigor y, lo que considero más importante, lo hace con claridad. La lectura de Los animales de ciudad no lloran nos lleva a reflexionar acerca de la idea de justicia y verdad: ¿Existe realmente la justicia? ¿La justicia es igual para todos? ¿Qué es la verdad? ¿Quién está en posesión de la verdad? Estas son algunas de las numerosas preguntas que podemos hacernos tras la lectura de esta novela, preguntas de difícil respuesta.

Nadia Linde es la joven amante de Enrique Rosado, un empresario que ha reflotado el imperio hotelero familiar de su esposa, Carol Domènech. Hombre de éxito que no conoce el fracaso queda en estado de shock cuando los Mossos d’Esquadra llaman un día a su puerta para detenerle acusado de violencia de género. Nadia Linde es quien lo ha denunciado tras sufrir, según su versión, una brutal agresión por parte de Enrique. No entiende absolutamente nada, cree que todo es un terrible error. Se declara inocente, nunca hubiera hecho daño a la mujer de la que está profundamente enamorado y por la que pensaba abandonar a su esposa. El proyecto de vida que habían soñado los dos se desvanece de forma traumática. Con la denuncia se inicia un procedimiento judicial que cambiará las vidas de todos los que participarán en él. Puesta en marcha la maquinaria legal, ya no hay marcha atrás.

Graziella Moreno decide trasladar el foco de atención no tanto en la investigación policial sino en la trama judicial, por lo que cede el protagonismo a Olivia Marimón, abogada de Nadia Linde, y a Víctor Bedia, abogado del empresario que se encuentra en prisión preventiva. En este sentido, es una novela muy novedosa.

Estos dos personajes representarán dos maneras distintas de ejercer y entender la abogacía. Olivia, junto a su socia Virginia, ve en el caso de Nadia Linde la oportunidad de consolidar su humilde bufete, aumentar sus ingresos económicos y ganar prestigio. Olivia es una mujer íntegra, muy honesta, que necesita creer en el cliente, creer en su verdad, para llevar a cabo un buen trabajo. Su grado de implicación es siempre muy alto. Tiene tendencia a defender al más débil y una visión algo idealizada de la justicia. La otra cara de la moneda la tenemos en Víctor Bedia, abogado de Enrique Rosado, que trabaja para Albiñana y Asociados, un renombrado bufete de Barcelona con una cartera de clientes adinerados que exige a sus trabajadores el máximo rendimiento. Quien forma parte de la plantilla de este despacho casi pasa a vivir en sus dependencias. Para Víctor no es tan importante creer al cliente como convencer al juez de su inocencia. Menos idealista que Olivia, utilizará todas las estrategias que están en su mano y que el sistema ofrece para conseguir absolver a su defendido, a poder ser, sin implicarse demasiado. Si debe cruzar algún límite, lo hará; antepone el fin a los medios si es necesario.

«Víctor calla, mientras recuerda que ha demostrado su capacidad para cubrir las espaldas al cliente que pone un pie al otro lado de la fina línea que separa lo correcto de lo incorrecto, la verdad de la mentira. Si es que todavía queda alguien que cree que eso es así y desconoce que la inmensa mayoría se mueve en una zona perpetuamente gris. Un gris que admite muchos matices. […]. Ese es él. Ese tipo de abogados. Sin duda, del tipo de Albiñana y Asociados».

Aun siendo dos abogados con dos maneras diferentes de desempeñar su profesión, la relación que tienen entre ellos dista mucho de ser conflictiva. Olivia y Víctor habían sido compañeros de facultad y a punto estuvieron de tener una relación más allá de la estrictamente amistosa. Las circunstancias de la vida los llevaron a tomar caminos distintos. El caso de Nadia Linde les ofrece la oportunidad de volver a reencontrarse después de veinte años.

Los personajes de la novela de Graziella Moreno están en realidad muy solos, se sienten insatisfechos con sus vidas. Todos ellos, en mayor o menor medida, son infelices y tienen algo que reprocharse. Viven unas vidas que no cumplen en ningún caso con las expectativas que se habían creado. Algunos huyen de un pasado que querrían cambiar: Gijón y Mallorca es ese pasado en el caso de Víctor Bedia y Nadia Linde. Barcelona, ciudad en la que se desarrolla la trama, es el presente. Graziella Moreno gusta de profundizar en la naturaleza humana, el trabajo de construcción de los personajes desde el punto de vista moral y psicológico es excelente: sabemos quiénes son, sus deseos, frustraciones, motivaciones; también sus debilidades y fortalezas.

Son también interesantes los personajes secundarios. Destacaría a Héctor, el marido de Olivia Marimón, y Arturo Albiñana. El primero porque refleja la ingenuidad, la inmadurez y la incapacidad de asumir las responsabilidades que la vida se encarga de ponerle en el camino; en cuanto a Arturo Albiñana, dueño del bufete para el que trabaja Víctor, representa el pragmatismo, habla del concepto de justicia desde un punto de vista realista.

«¿Quién dice que no es hermosa la idea de justicia? La idea sí, la realidad es otra. La justicia existe para el que obtiene lo que pide, y si la balanza no se inclina a su favor, se sentirá engañado, vejado, aunque no tenga razón o exija algo que no le corresponde. A veces piensa que su trabajo se asemeja a uno de esos bailes de salón en los que hay que seguir los pasos si quieres aspirar a ganar la competición. Albiñana siempre ha sido de los que prefieren innovar».

Los animales de ciudad no lloran se divide en capítulos cortos de fácil lectura. La escritora barcelonesa tiene un estilo claro, sin artificios, lo cual es de agradecer en un thriller judicial cuya trama pudiera resultar complicada e incluso tediosa; sin embargo, consigue que entendamos sin problemas el proceso legal que se va desplegando para desentrañar un caso que va enmarañándose, ¡y de qué manera!, según vamos pasando páginas. La novela tiene una primera parte de ritmo más pausado y es a partir del capítulo 24 cuando la narración se agiliza con una serie de giros sorpresivos de la trama que acabarán por conducirnos a un desenlace que nos va a dejar impactados.

Desde que en 2015 se publicó Juegos de maldad, Graziella Moreno no ha dejado de escribir buenas novelas negras: El bosque de los inocentes (2016), Flor seca (2017), Querida Elsa (2018), Invisibles (2019), El salto de la araña (2020). Con Los animales de ciudad no lloran la autora catalana se confirma como una de las escritoras de género negro a tener seriamente en cuenta. Muchos son los puntos fuertes de esta autora que quedan, de nuevo, patentes en su última novela: dominio del procedimiento policial y judicial; personajes muy trabajados que destacan por ser especialmente creíbles; estilo diáfano; giros de la trama que aparecen justo donde deben hacerlo agilizando la narración y enganchando al lector irremediablemente a la historia; desenlaces potentes, para nada previsibles; y desarrollo de una temática siempre muy actual.

 

RESEÑA DE MANU

 

Los animales de ciudad no lloran, sexta novela de Graziella Moreno (Barcelona, 1965), y segunda que de ella leo, arranca con las lesiones cometidas por alguien sobre una joven mujer, Nadia Linde. Hasta quince son las heridas producidas por un cuchillo. Enrique Rosado Estrada, amante cincuentón de la chica, es el sospechoso principal.

Magistrada Jueza del Juzgado de lo Penal número 6 de Barcelona, Graziella Moreno arma su novela –he leído que la denominan «thriller legal»– centrándose en las labores desarrolladas por los abogados de ambas partes. Oliva Marimón se encarga de presentar la doble acusación (por delitos de lesiones con arma blanca y delito de amenazas en el ámbito familiar) de Nadia Linde. El abogado penalista Víctor Bedia, en nómina de «Albiñana y Asociados», defiende, en lo que es su primer caso serio para este despacho, a Enrique Rosado, dueño de la cadena hotelera internacional «Gavinia». Cerrado el atestado y ante la negativa a hablar de Rosado, este es puesto a disposición del juez, que ordena prisión preventiva hasta la celebración del juicio.

En esta ficción destaca cómo su autora, en paralelo a la resolución de un caso de violencia de género que progresivamente se complica –y mucho–, refleja con acierto el quehacer de los letrados. Pertenecientes ambos a sendos bufetes, Víctor Bedia a uno poderoso y Olivia Marimón a «Gómez & Marimón», especializado en derecho de familia (pero que acepta casos de defensa de inmigrantes por tráficos de droga o abusos cometidos contra la mujer), es este un despacho donde las dos socias trabajan sin descanso, sin secretaria, y en el que la necesidad de dinero resulta siempre perentoria.

Igual diferencia encuentro entre las posiciones económicas del acusado, Quique Rosado, aspirante a futbolista del Barça que vio truncado su sueño por una rotura de ligamento cruzado y que reacciona dando un braguetazo con Carla Domenech (hija única de los hoteleros Domenech Lorla, dueños de Gavinia), y su víctima, Nadia Linde, veinteañera que perdió de niña a sus padres en el derrumbe de un edificio. Adoptada por sus tíos se hace un nombre como promotora inmobiliaria mientras desarrolla una esquiva personalidad.

Que Víctor y Olivia estudiaran juntos la carrera de Derecho y estuvieran a punto de iniciar una relación da juego a Los animales de ciudad no lloran. En efecto, el complicado romance actual de los letrados (Olivia está casada con Héctor y tiene una hija; Víctor regresa de Gijón donde tuvo una tormentosa historia con Laura), es el otro asunto argumental, al que me niego a denominar secundario ya que acaba por imbricarse –de modélica forma– a la investigación sobre lo sucedido en ese ático de Nadia con vistas al Paseo de Gracia.

Una retorcida atmósfera recae, desde el momento en que las conocemos, tanto sobre la mujer agredida, la desconcertante Nadia, como sobre la esposa de Enrique Rosado, Carla Domenech. Perteneciente a la alta burguesía catalana, esta señora convenientemente culta y sofisticada, pero también fumadora compulsiva, padece una grave artritis que la envejece prematuramente. En paralelo a la contundente denuncia que Graziella Moreno desarrollaba en Invisibles, el trasfondo de Los animales de ciudad no lloran viene envuelto en un permanente y contundente repaso a ese otro modo de vida –tan aparente como vacuo– de las clases sociales pudientes en cualquier gran ciudad.

Aquella degradada Barcelona es sustituida por esta de los lujosos pisos, despachos profesionales, elegantes pubs como el «Plutón» a los que se acude después de trabajar. Con esta radical diferencia de emplazamientos y localizaciones la novelista catalana transmite, ahora, un desánimo vital diferente en calidad al que azotaba a los personajes marginales de Invisibles, perjudicados todos por la adversidad, pero de parecidísima intensidad.

El juicio sobre las lesiones sufridas por Nadia acaba celebrándose. En él se ventilan los enigmas (no pocos ni pequeños) que han mantenido en creciente vilo al lector de Los animales de ciudad no lloran.

En esta su última obra Graziella Moreno subordina el estilo a una trama compleja, de múltiples direcciones, que la convierte, para mí, en más totalizadora que la de Invisibles. La forma de escribir de esta jueza es rápida, directa, ajena a circunloquios o extensas descripciones. La transmisión de la información, por la rapidez con que se devora, resulta –a primera vista– periodística, pero pronto se aprecia una exigente y depurada labor, tanto a la hora del trazo de personajes (secundarios como Arturo Albiñana o el tío de Nadia, Tomás Bermúdez, están conseguidísimos), como en la creación de los referidos ambientes burgueses y urbanos.

Novela sin protagonista principal definido, sus cuatro más importantes, Olivia, Víctor, Nadia y Enrique, arrastrando cada cual su pasado y luchando por el complicado presente (a alguno lo espera un trágico final), son de los que aguantan en el recuerdo selectivo. Una obra, esta de Los animales de ciudad no lloran, tan gratificante como inquietante por lo que en ella se desvela.

 

ENTREVISTA CON GRAZIELLA MORENO

 

PREGUNTA ANNA:

 

Me gustaría que nos explicaras cómo una jueza que iba para periodista acabó escribiendo novelas. ¿Cómo consigues conciliar tu trabajo como jueza con la escritura?

 

El proceso es a la inversa. Nunca pensé en estudiar Derecho. De niña ya quería dedicarme a escribir y cuando llegó el momento de escoger una carrera pensé en Periodismo. Por desgracia (o por suerte, nunca lo sabremos), no quedaban plazas, así que empecé Derecho con la intención de aprobar al menos el primer año y resultó que me gustó. Terminé la carrera y tras dar clases en academias de oposiciones, conseguí una plaza como funcionaria y años más tarde, aprobé judicatura. Llevo treinta y un años en la Administración de Justicia.

 

Paralelamente, siempre tuve en mente pulir mis relatos y novelas y lanzarme a publicarlos, aunque eso no sucedió hasta 2015.

 

Lo de la conciliación es muy complicado. Conseguir tiempo libre es toda una hazaña, hay días en los que es imposible. Aunque si no escribo, algún hueco hay para tomar notas o documentarme. O para soñar despierta.

 

¿En qué grado tus novelas se nutren de tu experiencia como jueza?

 

Mi profesión me pone en contacto con personas y soy testigo de primera mano de los conflictos que hacen que el asunto acabe en un juzgado. Es inevitable registrar mentalmente actitudes, características, formas de ser y de expresarse. En alguna de mis novelas, como en Juegos de maldad he usado casos en los que intervine profesionalmente, eliminando las menciones a los protagonistas reales.

Albiñana me parece uno de los personajes más interesantes de Los animales de ciudad no lloran por las reflexiones que hace sobre la idea de justicia. Tiene muy claro que la justicia existe solo para quien ve atendidos sus intereses, con lo cual es un concepto muy subjetivo. Irremediablemente, el código penal no puede satisfacer a todo el mundo, puesto que lo que para uno puede ser justo para otro no lo será.

 

¿Qué es para Graziella Moreno la justicia? ¿Y la verdad? ¿La justicia es realmente igual para todos?

 

La justicia es un valor al que toda sociedad tiene la obligación de aspirar. Para conseguir el equilibro de la balanza y la garantía de los derechos humanos, es imprescindible el respeto a la ley. Las personas necesitamos normas de conducta que se inspiren en el respeto al otro y protejan a los desfavorecidos; en otro caso, estamos destinados al fracaso como sociedad.

 

La verdad es conocer, saber lo que ha ocurrido; en los casos de corrupción, dar a conocer la catadura de ciertos individuos. La justicia, la ley, es la misma para todos. Otra cosa son las armas que cada uno puede utilizar. Eso depende no solo de la capacidad adquisitiva, sino de poder contar o no con buenos profesionales que defiendan tus intereses.

 

En mi opinión, uno de los puntos fuertes de la novela es que el foco de atención recae sobre los abogados de ambas partes mientras que apenas se habla de la investigación policial.

 

¿Cómo surgió la idea de escribir la historia desde el punto de vista de los abogados?

 

Esa era mi intención. Quería exponer cómo es el trabajo de los abogados en la vida real, incluyendo diferentes tipos de letrados, diferentes formas de entender la profesión. Está Albiñana, su cinismo y su experiencia; Javier, su pasado y su ambición; Olivia y su socia, Virginia, con su idealismo; y Luis, ya alejado de la profesión de la que acabó saturado. Creo que no existen muchas novelas en nuestro país que se detengan en la figura del abogado a diferencia de lo que sucede en los países anglosajones y me apetecía mucho escribir una.

 

Inevitablemente, como jueza estás en contacto directo con el mal por lo que eres gran conocedora de todas sus manifestaciones. Por otra parte, en literatura se habla de la maldad de muchas maneras y desde perspectivas distintas.

 

¿Qué idea del mal te interesa reflejar en tus novelas?

 

El mal está en nosotros. Hay personas que nunca harán daño a los demás, al menos de forma consciente, pero creo que todos tenemos ese punto malvado, aunque sea en pequeñas cosas. Alguna vez he comentado que me fascina el ser humano, somos capaz de lo mejor y también de lo peor. Creo que en mis novelas reflejo diversos grados de maldad, aunque siempre hay espacio para la luz, para la esperanza.

 

Los personajes de tus novelas están muy elaborados, son muy ricos en matices y el desarrollo psicológico es importante. En Los animales de ciudad no lloran, los cuatro protagonistas son complejos y por ello muy interesantes. Resulta obvio que eres una escritora a quien le interesa indagar en la naturaleza humana.

 

Me gustaría que nos explicaras cómo es en tu caso el proceso de  construcción de los personajes de tus novelas.

 

Tal y como señala Stephen King, «escribir, es reescribir”. Inicialmente tengo una idea de cada personaje, lo que representa individualmente, pero a medida que la narración avanza, los personajes cambian. Derivan a un lado y a otro y mi intención es que sean lo más reales posibles, que hablen al lector al oído y que éste tenga la sensación de que los conoce.

 

¿Estás trabajando actualmente en una nueva novela?

 

Actualmente tengo dos proyectos en mente, uno de ellos muy complejo y que me llevará tiempo. Otro, muy alejado de lo que he escrito hasta el momento. Ya veremos…

 

PREGUNTA MANU:

 

En el capítulo 48 se lee: «Si se descuida Víctor, Arturo Albiñana es capaz de convertirle en otra abeja reina de la colmena de cristal, dedicado en cuerpo y alma al trabajo, produciendo sin descanso». Uno tenía oído que estos grandes despachos de abogados, con férrea organización jerárquica, donde no se conocen días festivos, y de competitiva (y compulsiva) actividad, eran así, pero no imaginaba que pudieran llegar a estos deshumanizadores extremos.

Como jurista sabes de qué hablas cuando refieres el trabajo de tus letrados en Los animales de ciudad no lloran, pero no puedo evitar preguntar:

¿Son habituales las intromisiones en las vidas privadas de los empleados de una firma; obtener información para un caso por medios que caen directamente en la ilegalidad; o, como en tu novela, la connivencia del despacho Albiñana con mafias como «Dräger Company S.L.» (para la que las filtraciones policiales, las presiones a políticos y embajadores, y las amenazas son algo cotidiano)?

 

En despachos como el que se describe en la novela, el ritmo de trabajo es frenético: jornadas maratonianas, imposibilidad de conciliar la vida personal con la profesional, absoluta dedicación…Lo que importa es el cliente, y ello supone en ocasiones usar las estrategias que estén a su alcance para conseguir el objetivo final que es ganar el caso por encima de todo. Creo que ello puede aplicarse a cualquier empresa que quiera despuntar, ser de las mejores.

La bellísima y hospitalaria ciudad de Barcelona, escenario tanto de Invisibles como de esta Los animales de ciudad no lloran, no tiene demasiada fortuna contigo. Las localizaciones barcelonesas para Invisibles abundaban en pisos de extrarradio, siniestros sótanos que albergaban quirófanos ilegales, residencias de ancianos, psiquiátricos… En tu nueva novela optas por escenarios más ostentosos, como corresponden a los que pertenecen a profesionales liberales y familias ricas, pero en ellos se respira una tristeza aún más desazonante que la que transmitían aquellos otros, más degenerados.

 

A la hora de imaginar tus tramas, ¿qué importancia concedes a los lugares donde se desarrollan? ¿Hay mucho de propia experiencia en tus búsquedas o recurres más a la fecunda imaginación del novelista?

 

Pienso que la mayor parte de los escritores situamos las tramas en lugares que conocemos. También es posible ambientar una novela en una ciudad en la que no vives o en la que solo has estado de paso, si te documentas bien. Barcelona como escenario es muy rica, ya que como todas las grandes capitales, hay cientos de ciudades en una sola. Se trata de escoger aquello que sirve a la trama.

Los cuatro personajes principales de Los animales de ciudad no lloran presentan personalidades marcadas por lo acontecido en sus aún jóvenes vidas. Quizá el hábil Enrique Rosado, que supo aprovechar su oportunidad bien joven, es quien más claro tenga su futuro. Dejándose de zarandajas pronto espabila por concretarlo con una buena boda. Pero Olivia, y sobre todo Nadia y Víctor, están angustiados por lo que pudo haber sido y no fue: de ahí parten sus perentorias ganas de cambio, de luchar por su lugar bajo el sol…

 

Pasado y destino se superponen de una brillante manera tanto desde el punto de vista psicológico como literario… ¿Concedes mayor importancia a uno que a otro, o, por el contrario, crees que lo sucedido y lo que fatalmente ocurre colaboran a medias para crear esas tupidas telas de araña en las que caen tus personajes?

 

Como he comentado, intento que mis personajes sean lo más reales posible. Tienen un pasado y un presente, algo que conforma su esencia y que les hace ser como son. Cada personaje es la suma de las experiencias que yo he creado para ellos y mi objetivo es que el lector conozca y entienda el porqué de sus acciones. Me parece fundamental que los personajes actúen consecuentemente.

Tanto Invisibles como Los animales de ciudad no lloran son, fundamentalmente, crónicas urbanas que reflejan tremendas vicisitudes en estratos sociales muy diferentes de Barcelona. A ellas las sabes acompañar con un lenguaje muy directo y sin floritura que, la verdad, resulta el ideal para levantar literariamente ambas narraciones.

 

¿Esta forma de narrar yendo al grano fluye en ti de manera natural o se llega a ella tras muchas páginas a la espalda? Aparte de las ventajas que dé el oficio, ¿serán tan necesarias para ti las correcciones como las que, en un casi inacabable proceso en el que dicen dejarse la vida hacen literatos más preciosistas?

 

El proceso de escritura es un largo camino; primero tienes que formarte leyendo y una vez que te lanzas a escribir, empieza la tarea interminable de pulir y encontrar tu propio estilo. Tu voz. Como comentaba antes, la reescritura es constante. Nunca acabas de corregir, incluso cuando das la novela por acabada, siempre hay algo que rectificar, que suprimir, que añadir. De todas formas, tengo que reconocer que pulir es la parte más bella del proceso de creación.

  

Tu profesión de jueza, los asuntos que dirimes y tu profundo conocimiento de ellos para sentenciar, sin duda, influyen a la hora de dar con sabrosos materiales argumentales para sus ficciones.

 

¿Te ha sucedido alguna vez desechar alguna historia muy potente pero que a la hora de tratarla literariamente, por los motivos que sean, no funcione? Al revés, ¿situaciones quizá no tan vistosas acabaron por tener un imprevisto desarrollo?

 

La manida expresión de que «la realidad supera la ficción», supone para mí vivir muchas situaciones y ser testigo de conductas humanas que trasladadas al papel parecen inventadas. En ocasiones son absolutamente surrealistas. La gente se sorprendería si supiera lo que determinadas personas son capaces de hacer y aún más si conociesen los motivos. No es sencillo darles un sentido literario, nada fácil. Hay casos con los que piensas que tienes una novela, que solo es cuestión de trasladarla al papel, pero como apuntas, no siempre es literario. En ese caso, mejor desecharlo.

 

 Me gustaría conocer los escritores que más pueden influirte a la hora de escribir tus novelas y, también, que nombraras otros que te hagan particularmente feliz como lectora.

 

Creo que mis escritores de cabecera cumplen los dos requisitos; gracias a ellos vas puliendo y buscándote como escritora, son el espejo en el que humildemente te miras y a la par, disfrutas leyéndolos una y otra vez. La lista es larga pero por citar unos pocos: Joyce Carol Oates, Stephen King, Edgar Allan Poe, Henning Mankell, John Connolly, Oscar Wilde, Virginia Woolf, Gonzalo Torrente Ballester, Francisco González Ledesma, Rafael Chirbes, Olga Tokarczuk, Carson McCullers. Me dejo muchos.

 

©Reseñas y entrevistas, Anna Miralles y Manu López, 2022.

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