Bajo la doble lupa de… EL GRAN ROJO de Benito Olmo por Anna Miralles y Manu López Marañón

EL GRAN ROJO

 BAJO LA DOBLE LUPA DE…

Anna Miralles y Manu López Marañón

 

 

RESEÑA DE ANNA

 

Benito Olmo sitúa la trama de El Gran Rojo en Frankfurt, lejos de su Cádiz natal donde se desarrollaban las historias de dos de sus novelas anteriores, La maniobra de la tortuga y La tragedia del girasol, protagonizadas por el inspector Manuel Bianquetti. Olmo ha decidido esta vez cambiar de aires y también de protagonista. De todas formas, en El Gran Rojo la capital andaluza sigue estando presente de la mano de Ramón Mascarell, un gaditano por parte de madre que el destino ha llevado a buscarse la vida lejos de España.

 

La novela abre con Ayla, una adolescente de dieciséis años de origen turco que dedica parte de su tiempo a trapichear con droga. Está en el crematorio junto a su padre, enfermo de Alzheimer, en la incineración de su hermano Samir cuyo cadáver fue descubierto tirado en una cuneta víctima, aparentemente, de una sobredosis que ella no termina de creerse. A partir de aquí, su prioridad será buscar a Gerard Ludwig, amigo de su hermano y la última persona que lo vio con vida, para saber qué ha pasado en realidad y por qué su hermano está muerto.

 

Pronto entra en escena Mascarell, un detective al que la vida no ha tratado demasiado bien, un superviviente que intenta abrirse camino en una ciudad que no le ha puesto las cosas fáciles, que anda escaso de liquidez y por ello acaba aceptando el encargo de una enigmática mujer (toda una femme fatale) que lo contrata para que dé con el paradero de Ludwig. Sus indagaciones le llevarán hasta el barrio rojo de Frankfurt, un barrio marginal que conoce muy bien y donde tiene algunos contactos a los que acudir para buscar información.

 

Esta será la pareja protagonista de El Gran Rojo: Ayla y Mascarell, un tándem peculiar. Cada uno por su cuenta recorrerá las calles del barrio rojo de la ciudad alemana para dar con Gerard hasta que sus caminos inevitablemente se encuentran. Cuando esto ocurre unen sus fuerzas para saber dónde se esconde el amigo de Samir y descubrir, por fin, qué hay tras su muerte.

 

Sin embargo, no serán los únicos interesados en Ludwig: tras su pista se encuentran una poderosa corporación, ISSUE CORPS, y el Gran Rojo, una temible organización criminal. El abanico de personajes secundarios, a cuál más peligroso, que interferirá en las investigaciones de Mascarell y Ayla obligará al lector a estar muy atento al desarrollo de la trama para no perder detalle.

 

Benito Olmo sitúa la historia en dos espacios que nada tienen que ver entre sí y que reflejan la cara menos amable de Frankfurt. El contraste entre ellos es brutal: está el barrio financiero dominado por grandes edificios que simbolizan el poder y el éxito económico, pero que esconde una miseria moral que llega a remover las tripas; y está el barrio rojo tomado por las drogas y la prostitución y por el que deambulan cuerpos destrozados por las adicciones y los excesos.

 

La máxima expresión de la miseria provocada por los estragos de la droga nos la muestra Mascarell cuando nos describe la Schmerzhaus («casa del dolor»), un edificio totalmente degradado e insalubre al que van los toxicómanos a drogarse cuando no quieren hacer uso de las narcosalas habilitadas para ello:

 

«Subimos las escaleras repletas de botellas rotas, jeringuillas usadas y colillas. Las puertas inexistentes muestran sin pudor los secretos de cada alcoba. Colchones mugrientos sostienen a individuos que son poco más que esqueletos con rostros extasiados y brazos acribillados a pinchazos. […]. El caballo galopa de vena en vena. Lo destroza todo a su paso, dejando tras de sí un rastro de desolación con trazas de irreparable».

 

El estilo de Benito Olmo es claro y directo, abundan los diálogos con lo cual la lectura es muy dinámica, las descripciones aparecen cuando son necesarias para destacar aspectos relevantes de los personajes y, sobre todo, de los espacios que, en mi opinión, tienen una buena carga simbólica en esta novela. Además, estas son muy visuales, resulta muy fácil imaginar lo que estamos leyendo.

 

El Gran Rojo es una novela negra con grandes dosis de acción cuya trama se desarrolla a buen ritmo a lo largo de los cinco días en que transcurren los hechos; sin embargo, lo más interesante de la historia que nos ofrece Olmo no es tanto la investigación en sí como el contexto en el que esta se desarrolla (como ya he dicho, los espacios son algo más que meros lugares en los que pasa algo) así como los temas que se están tratando. Durante la lectura nos damos cuenta de que todos o casi todos los personajes están o se sienten muy solos. Y las instituciones no ayudan. Ayla se siente abandonada, cree que la policía no trata igual todas las muertes, según ella todo depende de quién sea el muerto:

 

«Sin embargo, tenía la impresión de que los investigadores habían tomado un punto de partida muy concreto: Samir sólo era un número. Un turco más muerto a causa de las drogas».

 

Y más adelante dice:

 

«[…], sospechaba que su denuncia chocaría de forma frontal con la condescendencia y la desidia con la que los policías la habían tratado hasta el momento. […] Estaba sola. Como siempre».

 

Por otra parte, la novela trata la dificultad que supone adaptarse a una cultura, idioma y forma de vida diferentes a los que uno conoce. Muchos de los personajes que aparecen en El Gran Rojo son inmigrantes que se ven abocados a sobrevivir, en la mayoría de los casos, en un medio hostil que agiganta el sentimiento de soledad y de exclusión. El propio Mascarell tiene que hacer acopio de buenas dosis de orgullo, tesón y carácter para no tirar la toalla y regresar a España: consigue de alguna forma ganarle la batalla a Frankfurt, pero no le sale gratis, ha dejado mucho de sí mismo en el camino:

 

«No es lo mismo visitar una ciudad que vivirla, sufrirla y hundirte en sus entrañas para tratar de comprenderla».

 

El tráfico de personas, la traición, el chantaje, la prostitución, la drogadicción, los abusos, entre otros, serán temas que Benito Olmo tratará en esta novela organizada en breves capítulos distribuidos en cinco partes que se corresponden con los cinco días en los que transcurren los hechos. La alternancia de los dos puntos de vista, la primera persona para Mascarell y la tercera persona para Ayla, permite al autor imprimir dinamismo a la narración.

 

La pareja formada por Mascarell y la joven Ayla funciona. Veremos si Olmo les dará la oportunidad de seguir trabajando juntos. Lean esta novela si gustan de la acción y de las buenas tramas, lo pasarán bien.

 

RESEÑA DE MANU

 

Hace seis años reseñé La maniobra de la tortuga. Escrita por Benito Olmo (Cádiz, 1980), era el primer caso de su inspector, Manuel Bianquetti. Cumpliendo paso a paso la ortodoxia acarreada por una investigación criminal, a esa novela la enriquecían subtramas de gran intensidad y eficacia narrativa (así, la protagonizada por la enfermera a quien la angustia de ser localizada por su marido maltratador creaba crisis de pánico). Bien ensambladas, aquellas historias aportaban el toque heterodoxo que daba distinción a una obra negrísima ambientada en un Cádiz luminoso, casi habanero.

 

Un detective privado –Ramón Mascarell– reemplaza a Bianquetti en El gran rojo, que se desarrolla en un Frankfurt invernal y donde anochece demasiado temprano. Cojo, con pierna ortopédica a consecuencia de un accidente de tráfico, Mascarell pertenece a esa estirpe de investigadores chandlerianos dados al trago y carcomidos por dentro: cínicos de barra de bar, solitarios y descreídos (la entrevista en la lujosa mansión de la señora Niemann, durante el segundo capítulo, homenajea el comienzo de El sueño eterno). A pesar de su prótesis y la lentitud de movimientos que supone llevarla, las ganas de salir adelante, unidas a una proverbial insolencia, hacen triunfar a Mascarell en situaciones en las que su vida está en riesgo.

 

La búsqueda de Gerard Ludwig estructura El gran rojo. Los dos protagonistas principales pretenden dar con él. Mascarell por razones profesionales (el detective no atraviesa por una época de esplendor económico; en varios pasajes lo vemos literalmente arrastrarse por veinte euros), y luego está una turca, a punto de cumplir dieciocho años –Ayla– que para averiguar por qué su hermano murió de una sobredosis necesita encontrar al que fuera mejor amigo de Samir. Pese a su juventud, esta chica demuestra decisión, un valor fuera de lo común: en momentos en que todo parece venirse abajo será quien no se rinda y persevere hasta llegar a Gerard.

 

El gran rojo se desarrolla en cinco días. Olmo alterna la primera persona en los capítulos de Mascarell con la tercera para los de Ayla. Hay que esperar a la llegada del cuarto día para que ambas investigaciones se fusionen con la habilidad requerida por cualquier escritor de thriller que se precie, robusta rama del noir sobre la que –como de sobra sabemos– los sucesos se superponen a vertiginosa velocidad desembocando en finales explosivos e imprevistos, tan del agrado de millones de lectores.

 

Destaco el mosaico de emplazamientos que despliega Benito Olmo para ofrecer a sus lectores una completa topografía de lo que es su lugar de residencia: el Frankfurt de hoy en día. Sinceramente, tras leer El gran rojo, no me han quedado demasiadas ganas de ir a conocerlo (y esto puede ser un buen síntoma de que no se nos ha querido «vender» algo que –como tantas veces ocurre con escritores apasionados por sus propias ciudades– no existe; Olmo opta por describir un Frankfurt tal cual es).

 

El barrio rojo, el submundo de la droga –con narcosalas y edificios tomados por yonquis para inyectarse–, así como los emplazamientos para aprovisionarse (esa plaza Konstablerwache donde Ayla ha trabajado como dealer para subsistir), se combinan satisfactoriamente, por ejemplo, con el parque Grüneburgpark o con la Willy-Brandt-Platz, ombligo financiero de la ciudad del río Meno y en uno de cuyos rascacielos tiene su sede la Issue Corps. Desde la última planta de esta corporación bancaria, en concreto de un balcón para fumadores, ha saltado hace poco un alto directivo –Gunther Blume– cayendo desde una altura de doscientos metros…

 

Tanto Ramón Mascarell como Ayla me parecen personajes bien perfilados y con entidad suficiente para pilotar una trama que, como es de recibo, en este caso va complicándose con drones, chantajes, muertes a sangre fría, orgías y pederastia, asuntos principales desarrollados por el autor gaditano.

 

Esbirros de toda raza y contundentes como el granito; asesinos bávaros a sueldo que garantizan efectividad letal; pero también generosas vecinas, quiosqueros hospitalarios, camareros comprensivos –y hasta prostitutas de vocación–, desfilan durante cinco desquiciadas jornadas acoplándose con oportunidad y sensatez a las comprometidas pesquisas de la pareja protagonista. En su conjunto el elenco se las apaña para ofrecer, a pesar del voluminoso tamaño del libro, un entretenimiento que no decae.

 

Pero debo confesar cómo, en esta segunda novela que leo de Olmo, recién terminada, no he sentido en toda su crudeza el escalofrío que me produjo aquella auxiliar de enfermería cuyo nombre, acabo de recordar, era Cristina: una mujer frágil en constante huida, atemorizada porque el maltratador que cumplía condena en la cárcel pudiera salir. No pretendo establecer comparaciones entre La maniobra de la tortuga y El gran rojo. Son obras distintas y, además, creo que están lo suficientemente bien armadas como para hacer las delicias de muchísimos lectores. Simplemente hago una apreciación de lector añejo.

 

 

ENTREVISTA CON BENITO OLMO

 

PREGUNTA ANNA:

 

  1. En la novela, Mascarell habla de sus dificultades de adaptación y de cómo esto acabó por hacer mella en su ánimo. Usted lleva dos años viviendo en Frankfurt.

 

Cuéntenos cómo ha sido en su caso adaptarse a una nueva ciudad, Frankfurt, con lo que esta experiencia vital comporta.

 

La adaptación fue muy dura y la escritura de El Gran Rojo resultó fundamental para no desfallecer. Ha sido muy interesante «mirar» la ciudad con ojos de escritor. Me lo tomé como un desafío. Una misión. Cada día salía a la calle a buscar escenarios, personajes y tramas que me sirvieran para la novela, con lo que puse la ciudad a mi disposición y aproveché todo lo que me ofrecía.

 

  1. ¿Fue a Frankfurt con la intención de escribir una novela y situar la trama lejos de espacios conocidos como Cádiz o fue algo no buscado?

 

Fui a Frankfurt expresamente para escribir El Gran Rojo. Estuve allí por primera vez hace varios años y descubrí un lugar con muchas posibilidades para convertirse en escenario de una novela. Me resultó muy estimulante descubrir la ciudad escribiendo sobre ella. Uno de los protagonistas de la novela también es español, con lo que las impresiones que me causó Frankfurt quedan patentes en su discurso.

 

  1. Manuel Bianquetti es el protagonista de dos novelas suyas, La maniobra de la tortuga y La tragedia del girasol; en El Gran Rojo nos presenta a Ramón Mascarell, que es un protagonista que da mucho juego por el bagaje que arrastra.

 

¿Cómo surge la idea de escribir una novela con otro protagonista? ¿En qué se diferencian y en qué se parecen Mascarell y Bianquetti?

 

Al empezar de cero en un sitio diferente, consideré que sería apropiado cambiar de protagonista para que todo fuera realmente nuevo. A la dificultad de escribir sobre un lugar que desconocía se unía la creación de unos personajes con suficiente fuerza como para resultar creíbles pero, como ya se habrá dado cuenta, me encantan los desafíos.

Bianquetti y Mascarell tienen algunos puntos en común, pero el principal es que ambos detestan las injusticias y tienen un sentido del deber que sobrepasa el sentido común y, en ocasiones, la propia ley.

 

  1. En la novela, Mascarell dice de Ayla: «Me dan ganas de preguntarle si aceptaría ser mi socia en el negocio de la investigación privada. Me vendría bien tener a alguien que fiscalizara mis pasos y señalara todo aquello que paso por alto».

 

¿Habrá una segunda entrega con Mascarell y Ayla como protagonistas?

Sí. Tanto Mascarell como Ayla tienen mucho que ofrecer todavía, sobre todo ella, que comenzó como un personaje secundario pero que durante la escritura fue creciendo de una manera desmesurada, demandando más atención y protagonismo.

 

  1. Me ha gustado especialmente el desarrollo de los espacios en su novela. El contraste entre el barrio financiero símbolo del poder económico y del éxito y el barrio rojo (narcosalas, prostitución, «la casa del dolor»…) me parece muy interesante. En los dos ambientes la miseria, de todo tipo, está bien presente.

 

¿Cómo ha sido el proceso de documentación para escribir la novela en cuanto a espacios y a lo que en ellos se vive? ¿Qué hay de real en lo que se describe en la novela?

 

Es todo tremenda y dolorosamente real. Los espacios en los que conviven los poderosos y los que no tienen nada ofrecen un contraste muy interesante. Una constante en mis novelas es el reflejo de la impunidad que dan el dinero y el poder. El proceso de documentación fue bastante intenso y me obligó a ponerme en contacto con gente a la que preferiría no haber conocido jamás.

 

  1. ¿Cómo ve, con la perspectiva que le da escribir desde otro país, el género negro en España? ¿Y en Alemania? ¿Podría recomendarnos algún autor de género negro alemán?

 

El género negro en España disfruta de una salud excelente, a pesar de los intentos casi desesperados de muchas editoriales por ahogarlo y hacerlo «morir de éxito». Se publica mucha morralla solo por ser género negro o parecerlo. Cuando pase toda esta marejada, sólo los buenos novelistas sobrevivirán. Hablo de Men Marías, Paco Gómez Escribano, Susana Martín Gijón o César Pérez Gellida. Al contrario de lo que piensan muchos editores, los lectores son muy inteligentes y saben lo que vale la pena y lo que no.

 

Respecto a algún autor alemán, les recomiendo a Jakob Arjouni, que tiene varias novelas protagonizadas por un detective turco y que se desarrollan precisamente en Frankfurt.

 

PREGUNTA MANU:

 

  1. No se me ocurren ciudades más antagónicas que Cádiz y Frankfurt. Usted, que ha vivido en ambas, extrae excelente partido de sus estancias para las soberbias ambientaciones tanto de La maniobra de la tortuga en la Tacita de Plata como de El gran rojo en la ciudad más importante por la que pasa el río Meno (Main en alemán).

 

Con su bagaje, ¿qué considera más idóneo para una novela negra: un clima soleado y casi caribeño como Cádiz o este Frankfurt de finales de otoño con su primera nevada de la temporada?

 

 

Cualquier lugar, por idílico que parezca, es susceptible de convertirse en el escenario de una novela negra, siempre y cuando la historia sea interesante y el lugar de los hechos sea tratado con respeto y honestidad. Me gusta romper con los estereotipos, lo que me llevó a retratar la cara más oscura de Cádiz en mis novelas con Bianquetti. Por otro lado, Frankfurt ofrece unos contrastes que me interesa mucho reflejar. No podría escoger sólo una, pero sí le digo que me ha resultado muy estimulante descubrir una ciudad como Frankfurt escribiendo sobre ella. Tanto es así que no descarto volver a hacerlo en el futuro: trasladarme a Buenos Aires, o a Roma, o a Paris, y ambientar allí una novela. Así uniría mis dos grandes pasiones: escribir y viajar.

 

  1. Durante el día dos de la narración se nos informa de cómo Ramón Mascarell lleva tres años en Frankfurt. Vino aquí, ya sin pierna, por la mujer que amaba, Gabriella. Ella se ha integrado mejor que él en el modo de vida germano aprendiendo pronto el idioma y encontrando trabajo en un hospital.

 

Esta etapa española de la pareja, anterior a lo narrado en El gran rojo, ¿viene desarrollada en alguna otra novela suya o queda pendiente para nuevas entregas protagonizadas por el detective Mascarell?

 

De momento, voy a cerrar esa etapa para centrarme en hacer avanzar a los personajes. Mascarell y Ayla aún pueden seguir creciendo. No obstante, no descarto volver sobre mis pasos alguna vez y retomar esa trama en el futuro en forma de precuela.

 

  1. En mi reseña de El gran rojo celebro que a la hora de describir Frankfurt haya evitado el riesgo de convertir su novela en una guía turística, tentación en la que incurren tantos escritores, vendiendo a sus lectores un extenso catálogo de bondades de las ciudades que eligen como escenarios.

 

Frankfurt no es Barcelona, Venecia o París, de acuerdo, pero… ¿Realmente será una ciudad de escaso atractivo como se infiere de la lectura de su novela? ¿Ha sido inevitable pasearse por plazas, bares y locales tan sórdidos?

 

Frankfurt tiene mucho atractivo. De hecho, se la conoce como la Manhattan de Europa, porque es la única ciudad alemana que tiene rascacielos, y resulta impresionante pasear entre esos colosos de cristal y acero y observar el contraste entre la arquitectura más clásica y esas torres de Babel. Sin embargo, todas las ciudades tienen su parte oscura. Para escribir El Gran Rojo me centré en la parte más sórdida y lamentable de la ciudad y, por desgracia, no tuve que buscar demasiado, ya que está a la vista de todos.

 

Durante la escritura me obligué a visitar algunos lugares muy poco recomendables. Era la única manera de que la narración fuera sincera y de que los lectores pudieran percibir la ciudad tal y como yo la veía. Una descripción superficial o hecha a través de Google Earth no muestra los olores, los sonidos o las sensaciones de un lugar como, por ejemplo, el Barrio Rojo de Frankfurt.

 

  1. Con permiso del efectivo Ramón Mascarell, el personaje de su novela que más me interesa es esa joven turca, Ayla, quien durante tres días investiga, por su cuenta y riesgo, el paradero de Gerard Ludwig, el mejor amigo de su hermano, muerto por una dudosa sobredosis, y que ella piensa puede ayudar a esclarecer.

 

Ayla se hace mayor de edad durante El gran rojo. Pero desde el comienzo de la novela demuestra saber moverse por las duras calles del barrio rojo de Frankfurt: ha sido dealer, conoce bien a tipos poco recomendables y encima, en su casa, cuida de un padre enfermo…

 

¿Cómo llega a esta adolescente tan espabilada y valerosa? Dada la viveza que transmite… ¿Puede ser que haya habido algún modelo real a la hora de construirla?

 

En Frankfurt, es muy habitual ver a grupos de adolescentes que trapichean con hachís y otras drogas a la vista de todos. Casi siempre son chicos, lo que me llamó mucho la atención y me llevó a hacerme varias preguntas. ¿Podría una chica hacer ese mismo trabajo? ¿La respetarían sus compañeros o tendría que hacerse respetar a la fuerza, por el simple hecho de ser mujer? ¿La tomarían en serio sus clientes? Todas estas preguntas me llevaron a crear a Ayla, un personaje del que me siento tremendamente orgulloso y al que le tengo mucho cariño.

 

  1. La plaza Konstablerwache, donde Ayla se convierte en la dealer más agresiva y famosa; gimnasios como tapaderas de traficantes de droga; las narcosalas (instalaciones habilitadas para que los adictos consuman sus dosis en condiciones mínimas de higiene); edificios desocupados tomados por adictos que quieren drogarse a su aire; Wagner-Bock, un carísimo centro de desintoxicación donde dejó la heroína el hermano de Ayla, y en el que ahora lo intenta Hannah, la hermana de Gerard…

 

En un centro financiero mundial como es Frankfurt sorprende la cotidianidad con la que la droga y su mundo desfilan por las páginas de El gran rojo… ¿La realidad, el día a día de este consumo, es tan visible como en su novela?

 

La realidad es terrible. A pesar de las medidas del gobierno para alejar la droga de las calles, es muy habitual ver a algunos toxicómanos inyectándose sus dosis a plena luz del día y en el centro de la ciudad. En los dos años que llevo en Frankfurt me he encontrado jeringuillas en parques y callejones en varias ocasiones, algo que me recuerda a mi adolescencia, cuando el caballo cabalgaba desbocado de vena en vena por Cádiz. Es increíble que una ciudad como Frankfurt, considerada la capital económica de la Unión Europea, tenga este terrible problema con la droga.

 

 

  1. Los personajes de Raymond Chandler tienen continuidad en su Ramón Mascarell.

 

¿Qué otros autores de novela negra clásica son de su agrado y cuáles de los más actuales incluyendo españoles ejercen alguna o bastante influencia sobre su escritura?

 

Adoro a Raymond Chandler, a Dashiell Hammet y a Patricia Highsmith. También tengo debilidad por Jim Thompson. De los actuales, el escritor que más me ha influido y al que me gustaría parecerme es sin duda Andreu Martín.

 

©Bajo la doble lupa…: Anna Miralles y Manu López Marañón, 2021.

 

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