Bajo la doble lupa de… ASESINATO EN LA GRAN VÍA de Ángela Martín del Burgo

ASESINATO EN LA GRAN VÍA

 BAJO LA DOBLE LUPA DE…

Anna Miralles y Manu López Marañón

 

RESEÑA DE MANU

 

Asesinato en la Gran Vía, en sus tres primeros libros, es una novela de oscuras obsesiones, de esas que devoran alma y corazón. Su autora, la sevillana Ángela Martín del Burgo, se mete en la piel de Raimundo, un acomodado rentista viudo que vive, en compañía de Emilio –mayordomo y secretario– y de María –cocinera y asistenta–, en un dúplex de 200 metros cuadrados de la madrileña calle Alberto Aguilera. Raimundo es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense, profesión que no ejerce.

Estamos en 2008, en el comienzo de aquella feroz crisis económica que sacudió al mundo. Enamoradísimo de su mujer, Julia, haberla perdido a una edad tan joven (no llegó a cumplir los treinta) provoca en Raimundo un deseo de conservar su recuerdo que pronto descubrimos alcanza lo enfermizo. Preocupado por la persistencia de la memoria y por no olvidar a Julia, él ha decidido consagrar su vida a mantener la presencia de quien tanto amó. Esta pasión hace que el rentista abandone paulatinamente la vida cotidiana para basar su existencia en un desaforado cortejo a la muerte, un cortejo desplegado en ese hipogeo que le vemos crear a mayor gloria de Julia.

 La novela describe al detalle la transformación del vestidor de Julia en cámara mortuoria: viajes, fotos (tanto de ella viva como de cada parte de su cuerpo extinto), sus vestidos, sus joyas (gemas y diamantes), unos pebeteros que emanan el olor de sus perfumes, y una larga mesa de mármol negro. Este museo dedicado a la finada tiene un doble sentido: que su remembranza nunca se marchite y obtener el placer duradero de admirar su inmarcesible belleza.

Tras la posesión de los objetos viene su sacralización: con ellos Raimundo pretende controlar la vida para hacerla previsible, segura. Parece estar fatalmente destinado a formar parte de este macabro conjunto; por su manera de entender la existencia, Raimundo vive sus sentimientos al margen de la sociedad. Para llevar a cabo su secular liturgia necesita un espacio: esa habitación ideal, el hipogeo o pequeño paraíso donde la muerta está viva (y el vivo cada día más muerto, añadimos nosotros…).

 Al rentista no vale el paraíso que postulan las religiones; él no espera el día de la resurrección: quiere algo inmediato, tangible. En una sociedad como la actual que de nada busca acordarse, en la que parece haberse olvidado el dolor –y donde solo se pretende seguir adelante–, encontramos a Raimundo voluntariamente confinado en este recinto desde el que da rienda suelta a esa especie de religión que él ha (re)creado… En su cámara mortuoria no existe el tiempo; allí su diseñador ha proyectado un mundo ideal donde puede convivir con sus recuerdos y reconciliarse con su pasado, donde libra una auténtica batalla espiritual con el olvido.

 Materializar el cuerpo de Julia usando el de otra joven –Justina– terminará por resquebrajar este sueño necrófilo. Por mucho que Raimundo transmute a Justina con las ropas, con el pelo y el color de los ojos de Julia (unas páginas que retrotraen a aquella inolvidable secuencia de Vértigo –Alfred Hitchcock, 1958– donde un vehemente James Stewart revive a Kim Novak), esta suplantación fractura el perfecto hipogeo levantado con tanta pasión.

De la casa de Raimundo, ese quinto piso de Alberto Aguilera se afirma: «La vida de esta casa tiene el aire de otra época. En lugar de comenzar el siglo XXI, diríase que estamos entrando en el XX, y si me apuras, todavía más allá, en el siglo XIX, en pleno romanticismo». Este viaje por el túnel del tiempo define y da color a los tres primeros libros de Asesinato en la Gran Vía. El tono, la presentación de las habitaciones y sus moradores, con ese estilo adecuadamente elegido para enfocar el argumento, nos subyugan. Cuando el narrador recuerda que estamos en 2008 sentimos un legítimo descoloque: cuesta, en efecto, creer que lo leído no sea el minucioso rescate de un Madrid bastante alejado del tiempo actual.

El lector de las alambicadas obsesiones de Raimundo acaba seducido por su necrofilia. El talento desplegado por Ángela Martín del Burgo se ha encargado de llevar a buen puerto este inolvidable hechizo.

Con el despido del secretario Emilio Asesinato en la Gran Vía abandona el tono gótico para convertirse en una novela de investigación criminal.

Hay un asesinato con estrangulamiento y navaja al final del libro tercero. El cuarto y último –sus diecinueve capítulos– está dedicado al esclarecimiento de esos luctuosos hechos. El lector, que sabe quién es el asesino, de entregado voyeur en la exquisita cámara mortuoria de Raimundo pasa a interesarse (con menor grado) en una trama policíaca.

Con la aparición de Jaime Morales –inspector de policía del distrito Centro de Madrid (dueño «de una innata intuición e inteligencia natural», se nos dice)– Asesinato en la Gran Vía decide despojarse de su enrarecida y estancada atmósfera para entrar en la más conocida dinámica policial que desarrolla cualquier obra del género. Con algún guiño a la metodología de Sherlock Holmes, Morales y su equipo, por un lado, y Raimundo por otro, separadamente, acaban cercando al criminal mediante un bien armado cebo.

Insisto en cómo, más que aquello aceleradamente ventilado en el cuarto libro de la novela, me interesa lo contado en los tres anteriores. Desde mi lectura creo que Asesinato en la Gran Vía contiene dos novelas: una gótica, de un arrebatado romanticismo difícil de encasillar, y otra, bastante canónica, de tipo policíaco.

Puede que la suma de ambas historias haga que una buena cantidad de lectores se interese por este insólito libro.

 

RESEÑA DE ANNA

 

Raimundo, el protagonista de Asesinato en la Gran Vía, vive obsesionado con la muerte, la de su bella y joven esposa Julia. Esta fijación le lleva a recorrer los tanatorios de Madrid en busca de una mujer fallecida que le ayude a rememorar los últimos momentos de su esposa. La novela se inicia con Raimundo en el Tanatorio del Parque de San Isidro ante el cadáver de una mujer a la que no conoce y que está muy lejos de recordarle a Julia. Pero él no ceja en su empeño y buscará en las funerarias, que tan bien conoce y donde sabe muy bien cómo comportarse para no levantar sospechas, un cadáver que sin ser el de Julia se le parezca.

Raimundo es un personaje muy peculiar, un hombre maduro, excéntrico y solitario que vive en un dúplex en la céntrica calle madrileña Alberto Aguilera. En el piso ha construido una cámara secreta que solo él conoce y que mantiene escrupulosamente cerrada. En ella ha erigido algo parecido a un mausoleo en homenaje a su esposa fallecida. Sus distintas estancias están llenas de fotos, vestidos, joyas y recuerdos de la difunta Julia. Vive por y para una mujer que ya no está entre los vivos; no obstante, en la cámara de las sombras Raimundo siente su presencia casi física. Para el protagonista la muerte no es el fin, el amor que siente por Julia sigue intacto, perdura más allá de la muerte.

La vida hasta ahora monótona de Raimundo sufre un cambio considerable cuando en una de sus visitas al tanatorio conoce a Justina, una joven estudiante de Derecho que ha quedado huérfana. Justina le recuerda a Julia y el protagonista le propone que trabaje para él. La muchacha acepta porque necesita el dinero, aunque lo que le ofrece Raimundo la inquieta: tiene que vestirse como Julia y en la cámara secreta representar sus últimos instantes en el lecho de muerte, «actuar» como si fuera ella. Y a partir de aquí la trama de la novela se va a complicar de manera progresiva.

Hemos hablado de Raimundo, de Julia, que aunque ausente es una figura que está muy presente a lo largo de la historia, y de Justina; sin embargo, en Asesinato en la Gran Vía, hay dos secundarios que participarán también en el desarrollo de los acontecimientos y que están muy ligados al protagonista: María y Emilio. María es una mujer que ha estado al servicio de la familia de Raimundo desde siempre y que lo ha visto crecer. Es una sirvienta fiel y también alguien en quien el señor puede confiar; además, María sentía devoción por Julia. Por otra parte, Emilio hace las funciones de asistente de Raimundo: le lleva los temas económicos y hace todo tipo de encargos. Emilio será un personaje interesante que funciona como contrapunto al protagonista.

En la novela, Madrid está presente de manera indiscutible. Ángela Martín del Burgo sitúa a sus personajes en la capital dando cuenta de los lugares por los que pasan de una manera que, en ocasiones, puede incluso parecer en exceso detallada. No dudo que pueda tener interés para lectores que vivan o conozcan la ciudad, pero como no es mi caso se me ha hecho algo tediosa la relación de calles que recorren los personajes en muchos momentos de la historia.

La acción se sitúa en el año 2008, en plena crisis económica. La situación de precariedad en la que viven algunos de los personajes es determinante en la toma de decisiones de algunos de ellos y en el desarrollo de la trama. El trasfondo de crisis económica y social que se vive en ese momento está muy presente en Asesinato en la Gran Vía.

La novela está dividida en cuatro partes o Libros y es a finales del Libro Tercero donde la trama se agiliza. A partir de aquí y hasta el desenlace la narración se centra en la investigación policial para esclarecer el asesinato al que alude el título de la novela. Se hará cargo del caso el inspector y, curiosamente, poeta, Jaime Morales y su equipo.

Raimundo es un hombre culto y muy leído, un gran bibliófilo, por lo que las referencias a obras literarias que le interesan estarán también muy presentes. Son numerosas las menciones a El idiota de Dostoyevski y al Apocalipsis de San Juan que servirá al personaje para reflexionar sobre la condición humana.

Asesinato en la Gran Vía es una novela original en cuanto a la premisa de la que parte: la necrofilia de la que hace gala el protagonista, su culto a la muerte y el ritual que sigue tras el fallecimiento de su esposa. La novela refleja cómo las excentricidades y un comportamiento inusual, marcan la percepción que tenemos de los demás y lo fácil que resulta estigmatizar según qué conductas. Raimundo profesa hacia su esposa un amor enfermizo, inquebrantable, un amor que está por encima de todo, un amor que perdura más allá de la muerte. Y esto hace que sea alguien de quien es fácil desconfiar. Para él la belleza, el amor, el arte son valores imperecederos, incorruptibles. En este sentido, Raimundo es un hombre que parece no encajar demasiado en la realidad del siglo XXI. Por otra parte, la novela trata temas más prosaicos y mundanos como la proliferación del mal y la violencia en la sociedad actual, el materialismo, el dinero como elemento que mueve el mundo, la traición y el chantaje.

 

ENTREVISTA CON ÁNGELA MARTÍN DEL BURGO

 

PREGUNTA MANU:

 

  1. La ambientación de ese quinto piso en la calle Alberto Aguilera, donde el viudo Raimundo erige su cámara mortuoria para Julia, está magistralmente lograda con ese estilo literario en el que tan bien se apoya el romanticismo de la novela. En mi caso siento asombro al constatar que la trama se desarrolla en un tiempo no tan lejano como fue aquel horrible 2008,

Este estilo de su novela la diferencia, y muy notablemente, de tantas narraciones actuales, pergeñadas con un lenguaje llano limitado a transmitir información de modo casi periodístico, desechando cualquier intento de lograr placer estético.

¿Cómo llega a la decisión de contarnos así la historia de su rentista necrófilo? ¿Fue consciente de cómo ello puede sorprender, y hasta chocar, a tanto lector aletargado como hoy abunda?

 

En primer lugar, muchas gracias por su atención y dedicación al proponerme esta entrevista y también por la apreciación y elogio que hace de la misma constatando su estilo literario. Es una cuestión que ya me han planteado en entrevistas anteriores. Y creo haber respondido que me gustaría que el género negro no estuviese tan encasillado en una literatura de puro entretenimiento y consumo, sin mayor envergadura, sino que, por el contrario, cumpliese con la función de cualquier obra de arte, que no es otra que analizar la realidad social y criticarla, y ello gracias al estilo, un estilo literario también. El género negro tiene, por lo demás, suficientes recursos para poder cumplir satisfactoriamente con todo ello. Tenemos que recordar que escritores tan grandes como Pessoa o Borges fueron amantes de la novela policíaca y escribieron relatos de tal género.

Por otra parte, ese estilo literario sería el idóneo para ese personaje protagonista necrófilo, Raimundo, un personaje anclado en unas lecturas, en un tipo de literatura, y que profesa a su esposa recientemente fallecida un amor más allá de la muerte, donde vemos un romanticismo -al que usted ya ha aludido- muy en disonancia con nuestra época, aunque se ha dicho que todos los comienzos de siglo se parecen y yo creía que acaso nuestro siglo XXI fuera a iniciarse con una dosis de romanticismo. Qué equivocada estaba.

 

  1. A partir del asesinato que se produce al final del tercer libro, Asesinato en la Gran Vía entra en los terrenos de la investigación criminal. El ritmo narrativo pasa de moroso a rápido y viene acompañado con diálogos rápidos y puntuales descripciones. No creo exagerar al decir que puede hablarse de diferentes niveles narrativos: el de los tres primeros libros y el del cuarto libro…

A la hora de ponderar globalmente su novela, ¿esta dicotomía narrativa cree que ha resultado del todo eficaz?

 

Creo que sí. Que esa alternancia de estilos, donde cabe también el humor, es la idónea para una novela semejante, porque el humor también está en la descripción del mundo del protagonista y de esa cámara secreta de sombras, cuyas proporciones son desacordes con la realidad y altamente fantásticas. Así pues, el ritmo narrativo y las modalidades textuales (descripción, narración, diálogo) resultan en consonancia con la temática. Serán, no obstante, los lectores y los buenos críticos como usted quienes terminarán apreciándolo y juzgándolo.

  1. En su novela se citan, y varias veces, El idiota de Dostoievski y el Apocalipsis bíblico. La inconfundible huella del escritor ruso a la hora de alumbrar sus complejos y contradictorios personajes resulta (benéficamente) visible en su Asesinato en la Gran Vía.

 

¿Qué cree que el padre de la novela moderna aporta a su Asesinato en la Gran Vía y, también, al género negro?

 

¿Considera a Dostoievski el padre de la novela moderna? Porque también lo es, y con anterioridad, en nuestra literatura Cervantes.

Asesinato en la Gran Vía se inicia con una cita de El idiota y en algunos capítulos del libro tercero el protagonista, Raimundo, lee aquella novela y sigue el racionamiento de uno de los personajes sobre el significado del tercer sello del Apocalipsis de San Juan interpretando también nuestra época.

Recientemente, en el último Congreso de Novela y Cine Negro en Salamanca, he analizado Crimen y castigo como novela precursora del género negro. En esa comunicación me detengo en los personajes, en los episodios, en la temática, en la desmedida violencia y en el análisis y crítica de la realidad social. También, a propósito del bicentenario del escritor, publiqué un artículo en la revista Literatura abierta (Número 8, diciembre 2021) con el título: Actualidad de Dostoievski: Crimen y castigo.

El idiota ha tenido presencia en otras obras mías. Basada en ella compuse junto con mi hijo, Ángel Álvaro Martín del Burgo, una obra de teatro de igual título. Del mismo modo está presente en la novela negra Un camerino en el María Guerrero.

 

  1. En El altar de los muertos, cuento largo (o novela corta) de Henry James se narra la obsesión de un hombre con la muerte de sus seres queridos, a quienes construye un monumento en su honor. Esta historia inspira la película La habitación verde de François Truffaut: un periodista viudo, tras instalarse en su nueva casa, reúne todas las pertenencias de su mujer en una habitación…

¿Conocía las obras de James y Truffaut? En caso afirmativo, ¿hasta qué punto se las puede considerar como un punto de partida de Asesinato en la Gran Vía?

 

Me gusta mucho Henry James. Últimamente he leído una novela corta suya, El mentiroso, y me ha encantado, como también su novela ambientada en Venecia Los papeles de Aspern. Pero no conozco ni he leído El altar de los muertos. Tampoco ha tenido presencia en mi novela la película de Truffaut. Sí, puedo citar Vértigo de Alfred Hitchcoock. Puede que algo de aquel episodio en el que James Stewart viste a Kim Novak para asemejarla a una mujer muerta haya influido, aunque inconscientemente, en mi novela.

  1. En Asesinato en la Gran Vía, y en consonancia con el estilo elegido, la voz narradora a veces deja sentirse en la trama. Pero, como los buenos árbitros de fútbol, esa voz pasa por la mayoría de sus páginas casi desapercibida, dejando que los personajes actúen y que el lector saque sus propias conclusiones.

¿El papel secundario del narrador fue perfilándose a medida que escribía la obra?

 

El narrador es uno de los elementos estructurales de la novela, de toda novela; es un personaje muy importante, y ya desde el comienzo de la misma debe saberse en qué persona habla, si en primera, segunda o tercera. En esta novela lo hace en tercera persona, aunque en ocasiones, muy pocas, asome una primera persona del plural, asumiendo también al lector, en las descripciones. Pero se intenta que su voz sea casi imperceptible y que el lector, como usted dice, saque sus propias conclusiones, y aquí nos encontramos con la dificultad de la interpretación de la obra. 

En cambio, los personajes tienen que estar vivos; tienen que hacerse en la obra conforme vayan viviendo y actuando. Me gusta dar voz a los personajes, que estos actúen y dialoguen entre sí como seres vivos. Para mí es muy importante la vivacidad y la creación de los personajes, y que estos se hagan haciendo conforme vayan viviendo en la trama.

 

  1. Una de las bazas para hacer interesante una novela suele ser perfilar un malo contundente. En Asesinato en la Gran Vía su malo cumple con creces semejante rol. Aparte de resultar un personaje creíble dentro de su maldad, tiene suficiente «carisma» como para que los lectores estemos atentos a cada intervención suya, por nimia que sea…

¿Le llevó trabajo conseguir este equilibrio que hace funcionar a un personaje bien trazado sin desbordar los márgenes de la verosimilitud?

 

Sí; ese personaje es bien malo y la violencia que causa es tremenda. Su violencia me causa pánico a mí misma al volver a leer la novela. Me aterra. Me aterra esta violencia y cualquier violencia en el mundo, pero si se quiere ir contra ella y denunciarla no tenemos más remedio que retratarla para provocar algo así como un efecto de catarsis, esto es, una liberación de las pasiones en el ánimo de quien contemple la escena como hacían los trágicos griegos.

 

PREGUNTA ANNA:

 

  1. El protagonista de Asesinato en la Gran Vía está más interesado en la muerte que en la vida. Sorprende el inicio de la novela cuando seguimos a Raimundo por las calles de Madrid hasta que llega al tanatorio del Parque de San Isidro con el único fin de poder ver el cadáver de una mujer que es velado por sus familiares y a quien no conoce para recordar a su esposa fallecida. Incluso el olor de muerte es para él algo que le acompaña en el recorrido, «un olor instalado en su memoria, que le visitaba de tanto en tanto, y que desde el escondrijo donde estuviese se apoderaba de la extensión de su cuerpo por entero, no dejando resquicio alguno de su piel despojado de él».

¿Cómo surgió la idea de tratar en esta novela el culto a la muerte, la necrofilia?

La novela parte de una motivación íntima, sentimental, y de este núcleo vivencial irradia, como diría Freud en su Psicoanálisis del arte, una sublimación literaria. De esta manera, la vivencia amorosa y el mundo de los sentimientos adquieren un peso en la obra. Psicologismo, del que se ha hablado en alguna reseña, al catalogarla de thriller psicológico unido a una investigación policial.

Por otra parte, ese amor excesivo, más allá de la muerte, que es el del personaje protagonista, es un amor que podemos tachar de romántico como ya hemos hablado en la primera pregunta, un nuevo romanticismo en contraposición con las circunstancias presentes, nada románticas, y cuyo revival, pienso, sería muy de desear.

  1. Cuando se produce el asesinato al que hace referencia el título de la novela, entra en escena el inspector Jaime Morales, un hombre culto, leído, como el protagonista, y poeta.

¿Qué le llevó a crear un personaje como Morales en quien conviven facetas, en principio tan dispares, como el ser policía y poeta?

 

En principio tan dispares como usted misma dice: policía y poeta. Pero si me comentan que extraña en mi novela su estilo y contenido, también debe extrañar el policía o inspector a cuyo cargo está el esclarecimiento de los crímenes, que es un buen lector de novelas policíacas y, esto más raro, poeta.

Y es que dentro de la influencia literaria evidente que hay en mi obra surgió un detective que llevase en sí, en su configuración, una inspiración de tal índole.

Jaime Morales es el comisario del distrito Centro de Madrid y va a intervenir en novelas siguientes como El recitador de poemas, donde tiene lugar un doble crimen y en uno de ellos es a un poeta a quien matan, y Un camerino en el María Guerrero, donde el crimen se comete en un camerino del Teatro María Guerrero. Literatura dentro de la literatura.

 

  1. Madrid tiene tanto protagonismo en su novela que va más allá de la necesaria ambientación, marco donde situar la acción.

¿Por qué otorgar a la ciudad tanto peso en la obra?

 

He dicho en alguna ocasión que Madrid es también personaje protagonista de la novela. Hay en ella un gran poder evocador de esta ciudad. Y, como antes le he comentado, la acción misma de la obra y sus personajes brotaron de un espacio físico muy concreto. De sus calles, de un piso determinado en una de ellas, y de los recorridos que por ese entorno nos brindan los personajes.

Dicho esto, en un espacio físico concreto -y recuerdo que Baroja escribía que, para comenzar a escribir una novela, necesitaba siempre, entre otras cosas, de la visión de un espacio físico-, en un espacio concreto, repito, atravesando el puente del Manzanares, antes de la remodelación, veo surgir en mi imaginación a ese personaje, Raimundo, y yo sigo su caminar, su vida, averiguo dónde vive, de qué otros personajes se rodea, cuáles son sus inquietudes, qué obsesiones le atormentan. Y ello, como decía Henry James que había que hacer con la ficción, como si se tratase de una tarea histórica. Y la novela va creciendo y desarrollándose hasta llegar a las más de 300 páginas.

 

  1. En Asesinato en la Gran Vía son importantes los libros: Raimundo posee una gran biblioteca, es un personaje culto, un bibliófilo; el inspector es poeta; además, hay numerosas referencias a obras y autores por lo que podemos decir que la metaliteratura está muy presente en su novela.

¿Cuáles son los referentes literarios de Ángela Martín del Burgo? ¿De qué autores se nutre como escritora?

 

Hemos citado ya suficientemente a Dostoievski, pero también, Simenon, que me gusta mucho, Kafka, Marcel Proust, Agatha Christie, Patricia Highsmith, Marguerite Duras, Somerset Maugham, Henry James, Pavese, ¿cómo no?: Cervantes. Dentro de la novela policíaca española, Francisco García Pavón y los cuentos de género negro de Emilia Pardo Bazán, que analicé el año pasado en un Congreso a propósito de la celebración del centenario de su fallecimiento. De entre los actuales, José Luis Muñoz, una de cuyas novelas, Marea de sangre, he reseñado. Y en cuanto a poetas, Pessoa, Cernuda y el joven Ángel Álvaro Martín del Burgo.

 

  1. En la novela el trasfondo de crisis económica está muy presente. De hecho la acción se sitúa en el año 2008, año en el que se inició una crisis financiera de alcance mundial, de graves consecuencias.

 

¿Cuánto hay de crítica social en Asesinato en la Gran Vía?

 

Sí, hay crítica, crítica de las circunstancias sociales y económicas de ese momento, puesto que la novela, como usted dice, está ambientada en 2008, año en el que se inicia una crisis financiera de alcance mundial, pero también crítica de la estrechez mental de la cultura en España, dentro de la cual no cabe un personaje como Raimundo. Por el contrario, a Raimundo, el protagonista de la novela, se le ha tachado de rebelde, de rebelde metafísico siguiendo la expresión de Albert Camus.

En la novela El recitador de poemas se cierra el ciclo histórico de la crisis de la que hemos hablado con una significación clara, la subida de la Bolsa y el aumento de riqueza de las clases más adineradas, en detrimento de las clases medias y de los jóvenes, abocados al desempleo.

 

  1. ¿Puede contarnos en que proyecto está inmersa actualmente?

 

Estoy terminando una nueva novela. No sé si se sabe suficientemente cuánta compañía proporciona la novela para su creador. Como hace el pintor con sus cuadros, el novelista puede día a día, una vez que la imaginación ha transitado por su cabeza, retomar personajes y acciones, y continuar con ellos. Así, la vida sigue. Decía Marguerite Duras que lo que se escribe sustituye a lo que se vive. Con la cita de la novelista y dándole a ustedes dos las gracias por su dedicación y por sus excelentes preguntas, doy fin a esta entrevista. 

 

©Bajo la doble lupa de…, Manu López Marañon y Anna Miralles, 2022.

 

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