AKASHA de Javier Hernández por Rafael Guerrero

 

AKASHA Javier Hernández Velázquez. MAR EDITOR. Por Rafael Guerrero

 

OTROS TIEMPOS, PARECIDAS VOCES

 

Si hubiera que calificar Akasha, la novela de Javier Hernández Velázquez, con una sola palabra, me declararía incapaz, pero como no resulta ni necesario ni menos conveniente, recurro a lo más nutrido de mi diccionario particular para ensalzar una multifactorialidad narrativa que interconecta numerosos planos del tiempo, del espacio, de la geografía y del cosmos.

Akasha despliega un sinnúmero de capas que se superponen, se imbrican, se alternan, se entrometen unas en otras y sumergen al lector en un permanente marasmo de cambio de plano a lo largo de una profusión de capítulos, cortos –muy cortos algunos–, como fogonazos verbales que iluminan la escena y la acción con una prosa entre cuidada y escogida, entre precisa y preciosa, entre refulgente y electrizante.

Una Tierra decadente tras una explosión de guerras y exterminios, unas estaciones orbitales gigantescas como puente de habitabilidad hacia un Marte neocolonial acogen a los distintos niveles de las conciencias y las acciones de personajes que se desenvuelven a caballo de lo incorpóreo, lo físico, lo omnisciente, lo humano, lo filosófico y lo ancestral.

En las páginas de una novela de ciencia ficción como el autor pretende a Akasha, subyace una novela con trazas del género negro en la que la acción va ganando terreno a la reflexión a medida que transcurre, sin que en ningún momento los personajes pierdan su aura de profundidad ni su calado

Akira, Raiden, Hanna Castle, el presidente Lester, Solomon Darver, Nara y el Reverendo, quizá el personaje sobre el que orbitan, de un modo larvado, el resto de los dibujados por un autor que inyecta su concepto evolutivo y profético del futuro en la escenografía de la novela otorgándole un sesgo de anticipación a la vista de la velocidad actual del progreso.

Y sobrevolando la narración, el ansia de poder de la especie humana –alguno de cuyos individuos ya cuenta con incorporaciones biotecnológicas en su anatomía– que le insufla una dosis de cotidianidad y que circunscribe cualquier evolución cognitiva de la especie a los actuales territorios emocionales.

Un puñado escogido de universales se dan cita en Akasha: la ambición, el afán de supremacía, la búsqueda de la identidad, la fidelidad a una causa, la constancia, la ternura, el amor, la maldad, la infidelidad; cada uno en una proporción ajustada a un ritmo narrativo que no desfallece en ningún momento y que tensiona la atención de un lector al que el autor le exige dedicación intensiva a la lectura.

Pero si me retorno al comienzo y si, pese a mis intentonas de evasión, tuviera que escoger una sola palabra, esta sería la de profundidad: narrativa, dialogada, reflexiva, dinámica, secuencial. Todo ello contextualizado en un futuro inhóspito y decadente, pesimista, versado y no tan alejado de una proyección mental susceptible de darse habida cuenta de la tendencia de la actual civilización a la autodestrucción.

Una novela necesaria para ampliar el horizonte de futuro, para meditar sobre un potencial mañana turbio de escenarios, pero tradicional de conductas; una obra elocuente que desnuda la esencia de las pulsiones humanas.

 

©Reseña:  Rafael Guerrero, 2023.

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